Las palabras no sólo salían de tu boca,
de tus dedos, de tus manos,
como llamaradas de hilos vibrantes.
De tu cabeza caían frases suaves,
ramas plateadas,
que cubren el secreto
de las manos sensibles a la muerte.
Letras de palomas invisibles,
vientos extraños huracanados
recorren el verde pelo de tu amante,
su cuero encementado
que besaste con tus pies aventanados.
Tus lagrimas de tierra
encharcaban las azadas
como las raíces
que cortas las cabezas de vírgenes.
Nosotros seremos tus puños de los surcos.
miércoles, 28 de abril de 2010
sábado, 10 de abril de 2010
Bajo atracción de la tierra.
El rojo sol se burló mucho de ella
antes de volverlo a ver.
Las pezuñas del toro afeitado se habían ido,
como el gélido aire de sándalo.
En lo negro lo echaba de menos,
sus nudos de la madera blanda,
sus hormigas juguetonas azules,
su cálido cuero acolchado...
pero no sus ya roídos huesos,
pues sus falanges acariciaban sus pechos cortados
como las aguas fétidas de vertedero
lamen la fruta sin mandíbulas clavadas.
Su cráneo, cáscara roída de la pieza febril,
con pequeños corazoncitos moviéndose,
escuchó los latidos que ya parecían tan lejanos.
Los hormigueros deshabitados,
se enfrentaban a los gritos marrones recién aparecidos.
El carnet de piedra cambió de nombre,
daba igual, se parecían tanto
que ya solo quería sentir el calor de un cuerpo frío.
antes de volverlo a ver.
Las pezuñas del toro afeitado se habían ido,
como el gélido aire de sándalo.
En lo negro lo echaba de menos,
sus nudos de la madera blanda,
sus hormigas juguetonas azules,
su cálido cuero acolchado...
pero no sus ya roídos huesos,
pues sus falanges acariciaban sus pechos cortados
como las aguas fétidas de vertedero
lamen la fruta sin mandíbulas clavadas.
Su cráneo, cáscara roída de la pieza febril,
con pequeños corazoncitos moviéndose,
escuchó los latidos que ya parecían tan lejanos.
Los hormigueros deshabitados,
se enfrentaban a los gritos marrones recién aparecidos.
El carnet de piedra cambió de nombre,
daba igual, se parecían tanto
que ya solo quería sentir el calor de un cuerpo frío.
Etiquetas:
poesía,
rugido de sobaco sin domesticar
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