Las palabras no sólo salían de tu boca,
de tus dedos, de tus manos,
como llamaradas de hilos vibrantes.
De tu cabeza caían frases suaves,
ramas plateadas,
que cubren el secreto
de las manos sensibles a la muerte.
Letras de palomas invisibles,
vientos extraños huracanados
recorren el verde pelo de tu amante,
su cuero encementado
que besaste con tus pies aventanados.
Tus lagrimas de tierra
encharcaban las azadas
como las raíces
que cortas las cabezas de vírgenes.
Nosotros seremos tus puños de los surcos.
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