¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 31 de marzo de 2012

Las muertes de los mosqueteros de risión

A Jacobo García Martín y
Álvaro E. Vento Acosta



Ayer por la noche todos acabamos muertos. Las sabanas de huevos enamorados de las puertas, entendieron ese lenguaje que sólo supo descifrar el enchaquetado hermafrodita.


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Una parte de mí, en un grito nasalizado murió aplastado por la multitud enfervorecida, después de que alguien soltara un paradigma musical. Quedé con mi cara desprovista de rostro, enseñando mi rojiza calavera y sacudiendo mis muñones en forma de pinzas discoidales. Yo mismo me intenté ayudar llevándome a un hospital donde atendían a sillones con crisis matrimoniales, pero ya era tarde, había muerto.
Aun así, la velocidad hizo que el coche cayera por un precipicio y lentamente presencie mi segunda muerte.

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Mis tres partes muertas llegaron al cielo de los poetas, pero ninguna de ellas pudo entrar, y las razones claras, estrictas y estiradas nos la dijo el poeta puro ya sin bigote. Aquellas vistas, no eran para nosotros; aquellas vistas, sólo eran para grandes bípedos, desprovistos de lo fútil y armados con el poder de los versos octogonales.

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Mi último yo, que había muerto en varias ocasiones, me enteré que había sido perseguido por el hombre petado que se había enmascarado con papel film, una bolsa plástica y un libro de poemas dedicado señorialmente a su primer descendiente X. Caí de un banco sin ahorros, fui destripado con saña, fueron acuchillados mis tobillos… pero nunca me mató sin antes recitarme versos de la tercera égloga de Garcilaso.

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Realmente yo morí de fiebres en El Médano.

sábado, 24 de marzo de 2012

Aparición de la muchacha de las tres preguntas y una sentencia

Creció desde la almohada la muchacha del vientre cosido.
Se comenzó a quitar la ropa, pero sin conseguir quedare desnuda; de sus poros crecían otros vestidos.
- ¿te acuerdas de mis pezones bemolados?
Los maniquíes a nuestro alrededor respondieron por mí.
Las ratas deliberadamente estornudaban sobre mis uñas.
- ¿te acuerdas de mis nalgas conjugadas?
Ni siquiera las albóndigas enjauladas respondieron; guardando silencio, dejaron de llenar los barrotes de salsa.
- ¿te acuerdas de mis ingles grafiteadas?
Fueron mis manos, no yo, las que cogieron la almohada rellena de filetes. No se callaba.
- He venido para matarte.
Los trozos de carne acariciaban sus pupilas durante la amenaza, pero no paró de desnudarse sin conseguirlo.

sábado, 17 de marzo de 2012

Paseo que sólo quise encontrar un día

Quiero encontrar un paseo que sea
como las viejas que esconden
las calaveras de sus maridos
en las bragas.

Quiero encontrar un paseo que sea
como las figuras enlutadas
que acechan tras las ventanas,
saludando con trozos de esparto.

Quiero encontrar un paseo que sea
como las ofrendas de animales muertos
que alguien le hace
a la virgen de las cucarachas.

Quiero encontrar un paseo que sea
como las viudas, que echando de menos,
quieren masturbar
a muchachos impúberes.

Quiero encontrar un paseo que sea
como los crucifijos astillados,
llenos de telarañas vaginales.
Cristo no parecía muy contento.

Quiero encontrar un paseo que sea
como las velas de piel de caballa
que ofrecidas a un dios
intentan esconder secretos inconfesables.

sábado, 3 de marzo de 2012

Saludos moledores en almendras ayunadas

A la puerta mal cerrada le han crecido diez brazos.
Unos brazos desfigurados con protuberancias deformadas, cicatrices mal cocidas, pústulas purulentas.
Unos dedos que bailan como medusas espasmódicas. Unos codos que se remueven como bisagras desangradas. Esos brazos…
¿Intentan cogerme?
¿Intentan saludarme?
- ¡No están, no están! – pienso mirando al sombrero maniático que prepara una mesa para una cena de almendras.