¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 25 de junio de 2011

Eco de un ahogo para las uñas

No entiendo
por qué esta soledad
me corta el sexo
en tres mitades,
diseccionándolo
como las cerraduras enmohecidas.

Pero meteré mi cabeza
en los bolsillos de un bufón.

No entiendo
por qué si las naranjas flotan,
el lechón
sigue sonriendo,
para acabar saltando
en mis lagrimales.

Pero meteré mi cabeza
en los bolsillos de un bufón.

No entiendo
como de mi boca
salen anclas,
barcos hundidos
y huesos de gente que no ha muerto.

Entiendo,
meteré mi cabeza
en los bolsillos de un bufón.

sábado, 18 de junio de 2011

Paseos en las escamas como vasos.

Mientras los cristales tienden
verde a la tosca,
cuando las ventanas se apiñan
en los caminos de voladores;
los burgados flotaron
sobre las palmeras ligeras,
como crecieron los charcos
luminosos en las pandorgas.
Enrojecen hasta los muelles
bajo las cerraduras angostas
si se engodan en los fondos
las marcas líquidas
que no ahogaron los pinceles
con callados enterrados.
Se salan hundidos
los siete albaricoques,
igual que una espiral busca
bajo el cielo marinero.
Ensayaron de negro
los rieles con el escenario,
quien encuadró las almas
rectas de las fulas,
como recorrieron las puertas
de lava espumosa.

sábado, 11 de junio de 2011

Domingo de tracas.

Aquella mañana de misa parecía normal, como las de todos los domingos. Todos llevaban sus mejores galas en el día del señor, trajes almidonados, cabelleras enlacadas y otras engrasadas, nubes escandalosas de perfume se movían rectamente ordenadas en dirección a la parroquia.
Algunas monjas esperaban la llegada del párroco en primera fila con sus caras iluminadas por el dorado retablo, mientras los fieles iban entrando en la casa del señor y sentándose en silencio, como si los santos, Cristo y la propia virgen mandaran a callar, o como si el agua bendita derritiera sus lenguas convirtiéndolas así en buenísimos cristianos.
La iglesia se iluminó más todavía cuando apareció el cura sonriendo de manera extraña, mostrando sus palmas por encima de su cabeza, haciendo con su llegada que los espectadores abrieran más sus ojos.
Se acercó al micrófono con intención de dirigirse al público, aunque de su boca no salió ninguna palabra. Sin parar de mostrar sus pequeñas bombillas, bajó el micrófono a la altura de su cintura, o quizás un poco más abajo. Extrañados por el gesto, los asistentes comenzaron a cuchichear entre ellos.
El cura se giró dando la espalda y se agachó para recoger algo que nadie vio, pero en vez de ponerse en pie se levantó la sotana, mostrando ante los gritos su culo, que había estado celosamente guardado incluso de los médicos.
Aquellos gritos fueron acallados por una homilía de aerofagia, y dieron paso a las lágrimas por parte de muchos de los presentes. Las pobres monjas, confusas, no sabían si taparse los ojos o los oídos, una optó por meterse en posición fetal bajo los bajos, mientras otras golpeaban sin ritmo acordado sus cabezas contra los asientos.
Todo lo reinaba un aire apocalíptico, salvo por una de las monjas que sin inmutarse sonreía ante aquel espectáculo, incluso se permitía soltar algunas pequeñas carcajaditas, disimuladas por el ruido de tambores y cornetas que dominaba la iglesia.
Efectivamente, o Cristo sangraba láudano o alguien había aliñado el vino consagrado.

sábado, 4 de junio de 2011

Chalanas hundidas en las olas de dátiles

Formando parte de la arena
vi bailar
a plátanos compuestos
de bulgados.
Hecho granos esperando.
Salen las morenas
también de las palmeras,
para saludar
a los náufragos
con sus colas de cinco dedos.
Hecho granos esperando.
Maduran las escaleras
al sol,
raspándose por las orillas
de huesos erizados.
Hecho granos esperando.
Con mis ojos cuarteados
como la piel pescadora,
grita el aire como estalactitas cabalgantes
con los jinetes
como el jolgorio de mafias infantiles.
Hecho granos esperando.