Mientras los cristales tienden
verde a la tosca,
cuando las ventanas se apiñan
en los caminos de voladores;
los burgados flotaron
sobre las palmeras ligeras,
como crecieron los charcos
luminosos en las pandorgas.
Enrojecen hasta los muelles
bajo las cerraduras angostas
si se engodan en los fondos
las marcas líquidas
que no ahogaron los pinceles
con callados enterrados.
Se salan hundidos
los siete albaricoques,
igual que una espiral busca
bajo el cielo marinero.
Ensayaron de negro
los rieles con el escenario,
quien encuadró las almas
rectas de las fulas,
como recorrieron las puertas
de lava espumosa.
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