¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 31 de diciembre de 2011

Conversación metatextual y metacrónica.

En un espacio completamente azul, desolado e infinito, dos señores, vestidos muy elegantes, con frac, pajarita y pantalones de pinza, discuten mientras fuman tabaco puro.
- Vaya manera de empezar, ¿No cree?
- ¿De qué habla?
- Pues de que se habrá quedado a gusto el que escribió esto, y encima se creerá un creador, o qué sé yo.
- Pero oiga, ¿no teníamos que hablar sobre una de las églogas de Garcilaso y hacer como si estuviéramos dentro del poema, para después volver a salir, hablar con la propia Isabel Freyre y crear así un ambiente confuso, a la vez que ridículo?
- Por favor… no me toque los…
- ¿Pero qué le pasa?
- Hombre, pues que este escritor de pacotilla, nos pone en un espacio, que parece el escenario donde se hacen videos con croma… ¿Y quieres que hable yo de poetas petrarquistas? ¡Anda ya!
- Pues tiene usted razón, encima nos viste de esta manera. ¿Sabe? Yo porque estoy pasando una mala racha, porque si no yo no hacía el payaso de esta manera; encima mi mujer no hace otra cosa si no hostigarme en que encuentre trabajo.
- Estoy en la misma situación que usted, lo que en mi caso es mi madre la que me obliga a realizar estos trabajos.
- ¿Pero qué edad tiene usted?
- ¿Yo? Esto… 40.
- Lo envidio, ojalá pudiera yo seguir viviendo con mis padres. Mi mujer es una amargada.
- Por cierto… ¿Te has fijado en el título de este relato? ¡Qué ridículo!
- ¿De dónde lo habrá sacado?
- No lo sé, pero es que encima se creerá que le da cierto ambiente misterioso, o yo qué sé.
- ¿Pero qué es eso de metacrónico?
- Yo espero que esto se lea en círculos cerrados, porque madre mía, que vergüenza como lo lea alguno de mis amigos.
- Pero si esto sólo lo leen sus propios amigos, y porque los engancha poniéndolos en un compromiso para que lo lean.
- ¡Encima pesado!
- Qué bochorno, la verdad
- Mire, yo me voy…
- No, no se vaya, que si no, no cobramos.
- ¿Pero qué voy a cobrar? Si este tío no tiene ni un duro.
- Venga, va… vamos a ponernos serios, hablemos de algo relacionado con el título.
- ¿Qué hora es?
- Las 8:30.
- Muy bien, pues ahí tienes la metacronicidad. ¡Venga, me voy!
- ¡Oiga! Espérese aquí un momento.
- Bueno, pero voy a tirar ya este puro, porque a mí no me gusta fumar, yo no fumo y estoy asqueado con este sabor en la boca.
- Yo también lo voy a tirar.
- A ver, cuénteme… ¿Qué quiere?
- Que yo necesito el dinero, no puede irse, porque tampoco me pagarán a mí. Y si no llevo dinero a casa, mi mujer me mata. ¡Qué tengo tres bocas que alimentar! Encima tienen ya entre 30 y 40 años y no se me van de casa.
- ¡Me está cansando! Le repito, este escritorcillo no tiene dinero.
- ¿Y ahora qué hago yo?
- Pues marcharte, como voy a hacer yo ahora mismo.
- Pues se va a enterar… porque me las voy a cobrar a mi manera.
- ¿Qué dices?
- Si yo digo algo, los que están leyendo esta bazofia, lo leerán también, ¿no?
- Claro, pero no veo a dónde quiere llegar.
- Mire, mire… estoy leyendo y soy estúpido.
- ¿Pero qué dice?
- ¡Jajajaja! ¡Qué gracioso, el lector acaba de decir eso!
- No, lo ha dicho usted. ¿No ves que ha puesto un guión antes de hablar?
- Bueno pues a ver así…
Estoy leyendo esto y soy gilipollas, porque es la segunda vez que me hacen decirlo y sigo leyendo. GRAFIGUETINOMINACULOTETITAS. ¡CACA!
- ¿Qué ha sido eso del final?
- No sé, me he emocionado y se me ha ido la cabeza.
- Es usted un psicópata.
- Será igual que usted.
- No se equivoca… Bueno, a lo que íbamos que ahora gran parte de los lectores habrán dejado de leer y no volverán a leer nada de este escritorcillo nunca más.
- ¿Pero sabes que alguno que otro seguirá leyendo no?
- Pues mira que hay gente estúpida.
- ¡Vamos a insultarlos!
- ¡Subnormal!
- ¡Lector de pacotilla!
- ¡Hijo de puta!
- Oye ahí te has pasado, que eso son palabras mayores.
- ¡Perdón! Me he emocionado y se me ha ido de las manos.
- Ahora sí que no cobraremos nada…
- ¡Pero si te he dicho que no tiene dinero! Es más, no existimos.
- ¿Cómo que no?
- Pues claro que no.
- ¡Qué asco! Yo qué pensaba cobrar.
- Ya no le discuto más, me tiene harto… Bueno, ¿nos vamos o qué?
- ¿Y el relato este?
- Mire a estas alturas, nadie lo estará leyendo, así que podemos irnos tranquilos.
- Ahí tienes razón. Pero, oiga, ya que no existimos, vamos a desaparecer que es más espectacular.
- Vale.
- Pues venga, que le den al escritor, al lector y a todos los que tienen la suerte de existir.
- ¡Ahí te quedas!

sábado, 17 de diciembre de 2011

Rezo a una iglesia de aire que sangraba café.

Esas cabezas,
sándwiches de arena, saludan
y forman con saliva
una iglesia en polvo,
en bigotes,
en tosca.
Como picotazos,
las uñas de rumores
flotan en tijeretas
frente a una cruz de aire.
Vuelan corujas
buscando números pares
bajo riscos de tomate,
o cafeteras lanzadoras de cuchillos.
Como picotazos,
las uñas de rumores
flotan en tijeretas
frente a un santo de aire.
Persiguen, siniestras,
los contornos de las campanas,
formadas por hormigas en huelga,
fabricadas por toallas en escorso.
Como picotazos,
las uñas de rumores
flotan en tijeretas
frente a un sacerdote de aire.
El cuchicheo o invocaciones, que hace lanzar
burgados fuera de los pozuelos,
espera ser reconstruido
en eterna eficacia
primitiva.
Como picotazos,
las uñas de rumores
flotan en tijeretas
frente a una iglesia de aire.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Escrito en do anaranjado.

No me quedará otro remedio, si no adorar a las mariposas que me obligan a mantener relaciones sexuales con ratas enamoradas de cucarachas.
Tan silencioso.
Tan mediano.
Tan inconexo.
Tan lento.
Sólo puedo pensar en cómo las puertas se resquebrajan, dejando que los puñetazos temporales limiten a mis peces metálicos, a mis sombras muertas, a mis estridentes cuerdas…
Tan inarmónico.
Tan obediente.
Tan boquiabierto.
Tan inseguro.
Pero los peces se ahogan, las sombras son degolladas, y las cuerdas… las cuerdas… mejor no hablar de las cuerdas.
Tan patéticamente amargo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El sueño turbado

A las tres de la madrugada, un golpe seco y ruidoso despertó al señor Quinterillo, su acto reflejo fue coger la escopeta que guardaba debajo de su cama.
- ¿Qué pasa? – preguntó su mujer al notar el sobre salto de su marido.
- He oído algo. Voy a mirar. ¿Quién anda ahí? – preguntó dirigiéndose al intruso.
- Yo. – se oyó una voz al otro lado del pasillo.
- ¡Identifícate o abro fuego, hijo de puta!
- Oiga, sin faltar, qué usted no conoció a mi madre. Vengo en son de paz.
Desde la oscuridad se empezó a formar una figura que llegó hasta el marco de la puerta de la habitación, dejándose dilucidar la silueta negra de un hombre.
- ¿Quién eres?
- Me llamo Paco.
- ¿Paco? – dijo el Señor Quinterillo mirando desconfiado. -¿tu eres Paquito, el hijo de doña Agustina, en paz descanse?
- Si.
- Pues hijo, si, conocía a tu madre y era un poco calentorra.
- ¡Oiga!
- Bueno, hijo. – dijo bajando el arma. - ¿Qué haces?
- Yo es que venía a ver si conseguía algo de dinero, la cosa está muy mal, ya sabe.
- Miguelina, ¿tienes algo suelto para darle al muchacho?
- ¡No! Yo no tengo nada… - dijo saliendo de la cama y pegándose contra el armario, levantando las manos.
- ¿Pero usted también va armada señora? – preguntó al ver un extraño bulto bajo el camisón de la mujer.
- No, es que he tenido un sueño erótico. – se disculpó sonrosada.
- Métete en la cama, que vas enseñando tus encantos por ahí… Bueno, a lo que íbamos ¿cómo entras así en mi casa? ¿Que yo he dado todo por este pueblo y lo único que he conseguido son críticas? He hecho fiestas buenísimas, hago unas comidas exquisitas en mi nuevo chiringuito, luego hago…
- Las comidas las hago yo. – protestó la mujer.
- Bueno… pero si no fuera por mis ideas…
- Oigan, – interrumpió el ladrón – me iban a dar dinero.
- Es verdad, toma unas monedas.
- ¡Gracias!
- ¡Yo no aguanto más! – exclamó una voz que salía del interior de las sábanas, saliendo de ellas luego un señor con un barba engominada. – ¡Qué agobio! ¡Encima en mitad del orgasmo!
- ¿Y usted quién es? – preguntó el señor Quinterillo.
- Yo estaba aquí… ejem, pues… descansando; pero ustedes no paran de hablar, no me dejan dormir. ¡Me voy!
- ¡Oye! – se oyó otra voz desde el interior de las sábanas - ¿y a mí me dejas aquí?
- ¿Y esa voz? – se preguntó el señor Quinterillo.
Una cabeza de un señor negro salió por los laterales de la cama y saludo a la concurrencia, para luego volverse a meter, provocando un murmullo multitudinario bajo la colcha.
- ¡No te vayas! – gritó la mujer.
- ¿Pero Miguelina, tú lo conoces?
- No, pero me da penita, que se vaya así… ¿Quieres tomarte algo?
- No, gracias señora.
- ¿Un refresquito?, ¿un café?, ¿unos dulcitos? ¿algo?
- Si tienen agua congelada, tomaría un trago.
- Lo siento, pero sólo tenemos agua del grifo.
- Entonces no, mejor me voy adiós. – dijo mientras se marchaba con un estrambótico paso arqueado.
- ¿Y tú? – preguntó la señora dirigiéndose al muchacho que venía a robar - ¿Quieres tomar algo?
- No, no, de verdad, muchísimas gracias, con esto ya estoy servido. Espero no haber molestado demasiado y perdonen por el jarrón que usaban de cenicero que he roto.
- ¿Jarrón? ¿Cenicero? Si aquí nadie fuma– preguntó extrañada la mujer.
- Si, el negro con borlas doradas.
- ¡Me cago en…! Esas eran las cenizas de mi madre.
Paco tuvo que salir corriendo de aquella casa, pues el señor Quinterillo lo siguió detrás con su escopeta y con insultos varios.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Calles sazonadas bajo el sotavento

Salí corriendo
ahuyentado por el cielo
gritando.

Comían con entusiasmo
las esquinas
de los zócalos.

¡Dejen de besar el suelo!

Erizo de yemas machacado
bajo las restricciones
de pan anterior.

Apetitosa merienda
que insultaba
amarga.

¡Dejen de besar el suelo!

Sólo pude marcharme
dejando detrás
las carnes convertidas en calles.

Salí corriendo
ahuyentado por el suelo,
gritando.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Lenta letanía de carne triturada.

Me he observado admirando la belleza efímera que pueden llegar a tener los enchufes con medias;
sólo
transmitirán
los besos que ya dieron a un mundo de calavera, como si todo fuera absorbido por cerraduras intolerantes al gluten.
En un zócalo con hambre
de firmas dejé el vaso
esperando su evaporación.
La desnudez eterna
se alimenta de piel.
Las albóndigas carnívoras se apelotonan en las esquinas, como el ejército de llagas divinas.
Descuartizarán mis bombillas
en los días como años.

sábado, 29 de octubre de 2011

Visitas enigmáticas desde los picos

Vestidos con faldas
volcánicas
se comieron una orilla balaustrada,
donde pejes verdes,
inocentes,
insultaban a las corujas.

Alguien llama a la puerta
de espuma.

Las liñas agrupadas
sobre chalanas,
derraman pozuelos
sembrados en pozos
invertidos.

Alguien llama a la puerta
de espuma.

Sigue sonando
como los niños apianados
que juegan
avinagrando los callados,
en busca de madres
elevadas en gritos.

Alguien llama a la puerta
de espuma.

La tortuga lo escucha
y unos meros
cabreados, desde sus bajas,
señalan con sus colas
al pescador
de sal en sus bolsillos.

…el pomo
era de erizo.

sábado, 22 de octubre de 2011

Descanso de un letargo definitivo

Me despertó un piano,
tocado por los pezones
de una muchacha con piel de cal.

Avisaba de la hora de comer
una sopa con semifusas
y beber caldo de huesos cromáticos.

Espabila,
mente bifurca.

De entre sus muslos
goteaban los sostenidos
como hormigas en busca de sustento.

…mi cráneo;
convertido en despensa,
desenfoca la melodía de su vientre.

Espabila,
mente bifurca.

En el final de su espalda
se dibujaba mi fin
escrito en caracteres que no comprendía.

Me miró
vi sus ojos amarillo ruborizado,
y lo supe…

sábado, 15 de octubre de 2011

Cuestiones sobre un gato acosador

Las bragas de los astronautas lo asustaban, sobre todo de aquellos que se olvidaban de tirar de las cisternas siderales, cuando hubieran escuchado a los caracoles mestizos. Algunos decían que en realidad lo cohibían, o incluso que era cuestión de desincronización con el tiempo real de las niñas enfermizas.
Yo, que lo conocí en una tarde de invierno, creo que son cuestiones de espabilamiento ante la realidad, o por lo menos eso me dijo una cafetera parlante que se me acercó después de escrutarle el cerebro al señor que nos trae a colación.
Sin embargo, todo esto que le contó a usted aquella señorita mona, y que se había olvidado de la ropa interior, no es verdad. No sabe usted lo lejos que está de la realidad, cuando aquellos leones le arrancaron la ropa y la dejaron volar por aquel tiempo entumecida. La policía sabía todo lo que iba a pasar, por eso dejó al feroz animal por fuera, incluso, sabían de la presencia del viejo verde que se estaba escondiendo.
¿Conocía realmente la esposa a aquella señorita? Eso sólo lo puede saber el abogado a quien contrató, o el gato que la seguía después de la hora de la merienda. Quiera dios, que no haya tenido nada con el minino, caer en la zoofilia sería lo peor para una muchacha que no ha pasado la veintena.
Aquel señor se paseaba completamente desnudo dando vueltas en su habitación, alrededor de aquella cama que recordaba más a la de una cárcel que a la cama perteneciente a un señor que ganaba un buen sueldo cada mes. Todas aquellas vueltas eran justificadas con las proposiciones que le había hecho a una de sus benefactoras. Aquella señorita con la que había pasado buenos ratos, le había confesado que toda aquella pasión era fingida, lo hacía sólo por sus medianas propinas.
Se debatía ahora en un debate orbital, con pequeñas distracciones en las que observaba como su pene al andar daba pequeños saltos, donde se preguntaba si era lícito que siguiera visitando a aquella muchacha.
Sólo tendré que decir en mi defensa que me he enterado de todo esto mediante rumores y cartas anónimas que llegaron al despacho de mi negocio dedicado al espionaje de gatos suicidas.

sábado, 8 de octubre de 2011

Descomposición de lo corporeo, lo lumínico y lo derretible.

Caminares de clavos con cuello giratorio

Soportando
ojos de corujas, me he visto,
paseando con una mano cortada,
acariciando un cuello inexistente.
Esperando
la batalla de las olas
que se libran en mis uñas,
he cortado charcos sin rieles;
llevo sus carnes
todavía en la comisura de mis botones.
Serán los bonitos de las cazuelas
los únicos que puedan juzgarme,
sacar de entre el caldo,
hasta meterlo en mi nariz,
su dedo, señalarme, juzgarme.
Cosiendo
a las telas de 1958
mi cuerpo de cimientos donde habitan
burgados como verdes puertas que flotan,
he cortado charcos sin rieles.
Despegando
palabras como granos
que estornudan en estos iris,
despierto los lagartos de pipa y monóculo.
Serán los bonitos de las cazuelas
los únicos que puedan juzgarme.

sábado, 1 de octubre de 2011

Confusión ecualizada bajo perspectiva equina.

Colocaré
rabos de perro
en mis orificios nasales
diseñados para el enratonamiento.

Llevaré un bombín
hecho con palillos usados
de algún comedor de piedras.

¿No ser yo,
o serlo?

Pondré
un espejo dirigido
hacia los fangos
donde se bañan las muchachas vírgenes.

Peinaré mis pelos
con una cortinilla radioactiva,
en pos de subculturas
entre vasija o alcayata.

¿No ser yo,
o serlo?

Hablaré
a base de estornudos engrasados
para roer
las cortezas obligatorias.

Llenaré mis pestañas
con guarnición de azufre,
intentando olvidar
las cruces de papel platina.

¿No ser yo,
o serlo?

sábado, 24 de septiembre de 2011

El regreso de las amarguras

Volverán a este muelle
las naranjas flotantes,
cuyas cáscaras serán lamidas
por muchachos
que desconocen las perchas del rascacio.
Volverán a este muelle.
Volverán
después de que las liñas se aceiten
o los calzoncillos de pescadores orondos
se dejen acartonar
con pequeños oasis salados;
pero volverán.
volverán simplemente
porque tienen que volver,
aunque las viejas dejen de esconder pelotas,
olviden como volar
en sus giros de cogote,
o no recuerden como hacer el toque de dedos.
Cuando vuelvan
las niñas robarán pandorgas
llenas de cafeteras que reinan,
que escuchan los amoríos
antes de vomitar en puñalada,
y gritan, gritan, anunciando que
volverán a este muelle.

sábado, 17 de septiembre de 2011

La última broma

Tenía que investigar la extraña muerte de Benito Parrales, quien había sido hasta entonces el alcalde durante veinte años seguidos del pueblo de San Bartolomé de las escalinatas contrapuestas al tuntún, donde se sospechaba el pucherazo.
Fue encontrado en avanzado estado de descomposición, completamente desnudo en la plaza del pueblo con un macaco vestido de señora enganchada a los habanos, y adiestrado para que hiciera movimientos pélvicos de fecundación en su cabeza.
Acariciando sensualmente mi placa para que los que se cruzaban conmigo supieran mi profesión me dirigí al tanatorio, donde le darían al difunto el último adiós.
- Perdone que la moleste. – interrumpí a una señora que acariciaba la entrepierna del muerto con lástima – Mi más sentido pésame. Usted debe ser la mujer de Benito.
- No, la esposa del señor Parrales es esa que nos mira fijamente.
- ¿Quién es usted entonces, señorita?
- Su “prosti” favorita, como él me decía. ¡Qué pene se va aquí! Se venía al club y se pasaba horas y horas haciendo el reloj con su falo semierecto. A veces se escabullía sin pagar, pero… ¡Ay! Lo hacía con tanta astucia que no nos atrevíamos a decirle nada.
- ¿Frecuentaba muchos sitios de alterne?
- Me supongo que sólo venía al nuestro, pues todo el día estaba con nosotras. Le encantaba hacerle bromas a los clientes novatos, iba él en vez de una chica y se insinuaba. Como nos reíamos.
- ¿Bebía?
- Sí, mucho además, siempre llevaba una cantimplora de explorador con ginebra y una brújula. Decía muchas veces que se iba a investigar y luchar con leones.
- ¿Se ponía violento cuando iba bebido?
- Sólo insultaba, pero nadie se lo tenía en cuenta. Muchas veces, nos lo decía de cariño.
- Gracias por colaborar con la policía, señorita, no tengo más preguntas – dije levantándome el sombrero invisible igual que hacían los sheriffs en las películas del oeste.
Di varios pasos hacia donde se encontraba su mujer sentada en un enorme sofá. Apoyé la rodilla en el suelo para ponerme a su altura.
- Mi más sentido pésame, ¿Es usted la esposa verdad?
- Si, junto con ella – contestó señalando con el pulgar a una mujer con espeso bigote que estaba a su derecha.
- ¿Cómo podía tener dos mujeres? – pregunté asombrado.
- A nosotras no nos diga nada, nos acabamos de enterar hoy – contestaron casi al unísono.
- ¿Pero ninguna notó la ausencia?
- Ahora me cuadra todo – dijo la del Bigote – siempre me decía que iba a un campamento de golf, pero no tenía ni palos ni pelotas.
- Ya, a mí me decía que iba a los de tenis, pero nunca lo vi, ni con raqueta, ni con pelota alguna.
- Las guardaba en nuestra casa.
- ¿Cómo dices, perra? – gritó con odio.
- ¿A quién llamas perra, roba maridos? – preguntó con su enorme mostacho vibrando.
- ¡Señoras! – intervine intentando poner paz, a pesar de que resultaba divertido verlas reñir. - ¡No discutan, por favor! ¿Saben si tenía algún enemigo?
- Pues muchos, debía y robaba dinero no sólo al ayuntamiento si no a un montón de gente. Me quitaba dinero hasta a mí, me hablaba de una dote que nunca recibió o no sé que regalo de boda.
- Si eso dice ella… - añadió la del labio superior descubierto – lo que pasa es que mi marido era muy bromista, le encantaba regalarle a los borrachitos del barrio cartones de vino caducado para verlos sufrir de diarrea. También se lo pasaba en grande llenándose de tierra y colocándose al lado de los que pedían limosna por fuera de la iglesia, quitándoles así todos los donativos. El problema es que la gente hoy en día no tiene humor y si no que se lo pregunten a Enrique Alcabia cuando…
Fue justo en ese momento cuando dejé de oír a una de las esposas del muerto para escuchar como detrás de mí dos señoras mayores, una extremadamente flaca y alta, mientras que la otra era baja y gorda. Formando éstas el dúo más estrambótico jamás visto, hacían como que susurraban, pero en verdad hablaban haciendo que toda la sala las escuchase.
- ¿Quién es este policía? – le preguntó la más baja tocándome la espinilla con el dedo.
- Creo que ha venido a investigar la muerte del alcalde.
- Ya no tienen respeto por la muerte.
- Señoras – intervine inmediatamente - ¿Necesitan algo?
- ¡Señoritas, por favor! ¡Qué todavía estamos castas y puras! – exclamó la más flaca mostrando la indignación en sus ojos.
- Mire, ¿Lo ve? – Añadió la otra intentando enseñarme el himen.
A pesar de mi cara contraída, me obligaron a que lo tocara, con motivo de que no fuera por ahí contando que no son vírgenes.
- Las creo, señoritas – respondí limpiándome los restos de flujo, orines y telarañas en el uniforme. - ¿Conocían al alcalde, el señor Benito?
- Como para no conocerlo.
- Ya te digo, cuando pasaba delante nuestro y lo mirábamos mucho, comenzaba a masturbarse, nos decía obscenidades, ¿Verdad, Puri?
- Una vez nos intentó emborrachar para aprovecharse de nosotras.
- Él nos decía que era sólo por nuestro dinero, pero yo estoy completamente segura que quería violarnos. Dos señoritas que protegen su honor con tanta fiereza tuvieron que atraer sus más viriles instintos.
- ¿Creen que pudo haber sido la oposición la causante de esto?
- ¿Qué oposición? Si era el único partido político de este pueblo.
- Hacía lo que quería, - comentó ahora la vieja más espigada – a los obreros de aquí, cuando se tenían que agachar para recoger bloques, amasar el cemento o lo que fuera, les agarraba fuertemente los testículos por detrás.
- Defendía estas acciones diciendo que eran por su bien, para que aprendieran a agacharse y así poder ahorrar al pueblo de personas no productivas con hernias o espaldas inservibles.
- Muchas gracias señoritas, por su colaboración, no tengo ninguna pregunta más.
- ¿No nos va a violar?
- Nos quiere violar, ha visto nuestro jardín y nos quiere desflorar.
- No, yo no pretendo… tengo mujer e hijos, no…
Viendo que mis palabras no servían para calmar a aquellas momias que todavía no habían conocido varón, tuve que salir corriendo del tanatorio y refugiarme en el primer bar.
Después de varios tragos, sigo sin saber quién pudo ser el asesino del alcalde, pero aun así, no importa, tampoco soy policía. En verdad venía de una fiesta de disfraces en la que perdí a mis compañeros. Conmigo iba un amerindio, un constructor, un bombero, un militar, un motero y un vaquero, espero se las sepan arreglar sin mí.

sábado, 3 de septiembre de 2011

El callejón de los milagros marroquíes

Carreras
con olor a orines
de aceras amotinadas sin control.

Gritos
adobados en barro
como vómitos de asfalto infantil.

Ejercito de soldados
con las cabezas hambrientas,
que esperan las bicicletas con Revilla.

Saltos
con sabor a sudor de sillas
para las viejas.

Caídas
a la croqueta piramidal
Igual que las raspaduras de nubes.

Ejercito de soldados
con las cabezas hambrientas,
que esperan las bicicletas con Revilla.

Batallas
que escupen pelotas
en función de la cantidad de cristales.

Patadas
como crines saladas
que construyen tractores o gongos infinitos.

Ejercito de soldados
con las cabezas hambrientas,
que esperan las bicicletas con Revilla.

sábado, 27 de agosto de 2011

Vacíos de una cabeza amueblada con despistes.

Si mi cuerpo
se vuelve de madera,
pero sin ramas,
seré ausente.
Si las trazas
son botellas sin cáscaras plegables
para un mejor amotinamiento,
seré ausente.
Si el enganche
de mi cabeza de yema
sólo sirve para toallero,
seré ausente.
Si mis caracoles
se enrollan más de lo debido
como baldosas entre almohadas en celo,
seré ausente.
Si los chichones que me hago
entre teclas como látigos,
sólo deforman la palabra “fracaso”,
seré ausente.
Si mis aprensiones
no se convierten en bocadillos
de teclas,
mejor que mi mente
esté completamente
ausente.

sábado, 13 de agosto de 2011

Requisitos mínimos.

- Buenos días, ¿Está el señor Batista?
- Buenos días, Si, soy yo, ¿Qué deseaba?
- He visto el cartel y quiero hacerme socio de este club del ocultista.
- Para entrar debe ser también independentista.
- Lo soy, incluso nacionalista.
- ¿Y comunista?
- No, eso no, pero odio a los carlistas.
- ¿No será por casualidad fascista?
- Tampoco, mi odio es mayor hacia los falangistas.
- Aun así no le queremos, aunque me diga que es socialista, o marxista.
- ¿Vale si soy altruista?
- Tampoco. ¿Es por casualidad motorista?
- No, pero tengo bicicleta. Mire la tengo ahí, me la está guardando ese taxista.
- Odiamos al ciclista, pero puede que tengamos un hueco si es usted antagonista.
- ¿Antagonista?
- Si, aquí no entrará si se cree un protagonista.
- Bueno, pues deme alguna otra pista.
- Tiene alguna oportunidad si es expresionista.
- Más bien soy simbolista.
- Lo siento, pero no tiene cabida en este club del ocultista.
- Me puedo hacer como mucho realista.
- Esos no son bien recibidos, así que no persista.
- Pero si soy artista.
- Por favor, no insista.
- Pues sígame diciendo, no desista.
- Bueno, puede tener opciones si es periodista.
- Caramba, no doy una… yo soy oficinista.
- Eso no está en mi lista.
- ¿Y si soy accionista?
- Mire mejor váyase de mi vista.

sábado, 6 de agosto de 2011

Cuchicheos de cadenas con viento

Desde todas las direcciones
se oyen los susurros
que incitan
a la descorporización
como derretirse en las alcantarillas.

No dejaré
que mis ojos
se siembren entre las crines.

Sé que las mirillas cuentan
sobre los meros encapuchados,
que ordenan a los peces-mano
a recorrer los filos de las piedras,
buscando caparazones.

No dejaré
que mis ojos
se siembren entre las crines.

Huiré decidido
antes de escuchar las voces de los pomos,
que narran las baladas
de las orillas.

No dejaré
que mis ojos
se siembren entre las crines.

sábado, 30 de julio de 2011

sábado, 23 de julio de 2011

Comienzo estelar del ondulamiento

Firmando en un cielo anclado
de paredes saladas,
espero el baile
del papel higiénico,
como el sentimiento
de los que se lanzan
al vacio.

Me acuchillarán
aunque no quiera parecer
un regalo
y así empieza…

Aun con las cuerdas de los oídos,
que ahora son mi horca
amarrando mis muñecas,
convertirán mis dientes
en llaves despuertadas.
Serán señales
o incómodos lugares
que quedan por convertir.

Me acuchillarán
aunque no quiera parecer
un adorno,
y así empiezo…

Un aire se convierte
en dedos
que señalan el bordado ocular
de mis sienes,
porque así vuelan las bandas
como siete candados.

Me acuchillarán
aunque no quiera aparecer
un maniquí
y así empezó mi curvamiento.

sábado, 16 de julio de 2011

El miembro del cómico

Erase que se era, en un reino donde estaba mal visto llevar calzoncillos los fines de semana y pasear sillas sin correa los días laborales, un rey que mandó a llamar a su bufón.
- ¿Qué desea vuesa majestad tan honesta y de miembro tan honroso? – preguntó el bajito hombre con traje de vivos colores.
- Quiero que me hagas reír, miserable
- Lo haré encantado, pero le rogaría, mi ilustre señor, que no faltase.
El monarca, eliminando el picor que le producían aquellas palabras en la entrepierna del pantalón, el cual le quedaba muy ajustado asintió con la cabeza. Éste fue gesto suficiente para que el bufón se pusiera a bailar de una manera un tanto ridícula. Sin embargo, el señor no mostraba, ni una mínima mueva de alegría; así que decidió contar un chiste:
- Señor… ¿Sabe el chiste de las dos putas que iban en una moto? – dejó una pausa esperando respuesta, pero al no obtenerla prosiguió – pues que se cayó su madre.
Al ver que el ceño del rey se fruncía continuó en busca de al menos una sonrisa.
- ¿Sabe por qué la otra puta no se cayó? – hizo la pausa reglamentaria – porque su abuela tiene mejor equilibrio.
Se enfureció tanto el monarca que después de tirar su cetro como si se tratara de una jabalina, quedarse con su torso peludo de su oronda figura al aire tras haberse arrancado la parte superior de su vestimenta, le hizo una trenza en el pelo a su hija, que pasaba por allí como culmen de su cólera.
- ¡Hi de puta! ¡Botarate! - enfureció todavía más - ¡Estamos en la edad feudal, la moto, instrumento del demonio, todavía no se ha inventado!
El payaso, temiendo lo peor, buscó entre sus recursos más socorridos, y acabó sacándose el pene, el cual tenía amarrado a un hilo con ele que lo hacía bailar al ritmo de sus silbidos. Tras ver que se había calmado la situación y comenzó a mostrar una leve sonrisa decidió hacerle el truco de ventriloquía, simulando que su falo conversaba con él.
- ¡Hazlo sonreír! – ordenó animado el señor totalitario.
- No sé hacerlo – contestó el pene – todavía no me han enseñando ese truco.
- ¡Qué injusto! ¡Qué disgusto!
- Pero ¿Quiere que le de un consejo?
- Cuenta, cuenta, pequeño ser.
- Dígale a la reina que limpie mejor el interior de su vagina.
- ¿Cómo sabes tú, cuerpo cavernoso de míseras proporciones, de los interiores de la reina?
- Nadie puede pasar por este feudo y no hacer una visita guiada a los interiores más profundos del castillo. Es famoso desde… ¡mmm! – interrumpió preocupado el cómico tapando el orificio de su falo.
- ¿Es eso verdad, Buhonero del diablo?
- Bueno, mi señor, la reina me obligó.
- ¿Y por qué a mí no se me ha dado cariño? ¿Es que tu señor te da asco?
- No, no es eso… es que, bueno… ¿Cómo le explico yo…?
- No le gustan los gordos peludos – exclamó de pronto el pene – porque a mí sinceramente me da igual, yo agujero que veo, agujero que penetro.
- ¡No es culpa mía! – gritó el rey - ¡He intentado hacer dieta, pero no puedo!
- ¡Gordo, vaca burra, bola de cebo! – cantaba alegra el irónico miembro.
- Señor, perdónelo, no sabe lo que dice – se excusó nervioso el humorista.
- ¡A la hoguera! – gritó rojo de vergüenza y rabia el monarca.
A pesar de las súplicas por parte del siervo pidiendo que le perdonaran la vida acabó encima de un montón de troncos de madera que comenzaban a arder.
- ¡Queridísimo rey, todo ha sido una broma para provocarle la risa!
- ¿Una broma? – preguntó el rey.
- Si, jamás me acostaría con vuestra señora, y si usted me lo pide accederé a folgar con usted.
- ¿Intentas decir que la dueña de tu simple vida es fea?
- No, no, claro que me acostaría con ella.
- Bueno, te perdonaré la vida si satisfaces a la reina y la pides perdón por tus insinuaciones hacia su aspecto.
- Pero mi señor… mi mujer… no estaría de acuerdo con todo esto.
- ¿Intentas librarte, rufián?
- ¡No, no!
- Qué acaben ya con él, que le corten la cabeza.
Y así acabó el cómico por su incomprendido humor adelantado a su época; desde muy corta edad la decían le decían que tenía un humor demasiado caliente.

sábado, 9 de julio de 2011

El oleaje a lomos del eco vagabundo.

Cuando ya no corren
los niños con cabeza de piano,
ni las viejas
de plumaje oscuro
se posan en los troncos cimentados;
entonces, pasean los bombillos
cogidos de la mano,
pero en mi espalda
se festejan los combates de cerraduras.

Aunque ya no se vean los cristales,
siguen cantando
como lágrimas de luces;
jadean saladas
escupiendo silencios envueltos en zumbidos,
pero en mi espalda
la lava de naranjas baila en piezas discontinuas.

En las venas
crecen ventanas de clara;
flotan buscando a la tortuga,
que susurra a las caballas
dejando dormir sus rayas en cortinas
una nana sobre las teclas sin ortodoncia,
pero en mi espalda
de los surcos brotan los esqueletos de los erizos.

sábado, 25 de junio de 2011

Eco de un ahogo para las uñas

No entiendo
por qué esta soledad
me corta el sexo
en tres mitades,
diseccionándolo
como las cerraduras enmohecidas.

Pero meteré mi cabeza
en los bolsillos de un bufón.

No entiendo
por qué si las naranjas flotan,
el lechón
sigue sonriendo,
para acabar saltando
en mis lagrimales.

Pero meteré mi cabeza
en los bolsillos de un bufón.

No entiendo
como de mi boca
salen anclas,
barcos hundidos
y huesos de gente que no ha muerto.

Entiendo,
meteré mi cabeza
en los bolsillos de un bufón.

sábado, 18 de junio de 2011

Paseos en las escamas como vasos.

Mientras los cristales tienden
verde a la tosca,
cuando las ventanas se apiñan
en los caminos de voladores;
los burgados flotaron
sobre las palmeras ligeras,
como crecieron los charcos
luminosos en las pandorgas.
Enrojecen hasta los muelles
bajo las cerraduras angostas
si se engodan en los fondos
las marcas líquidas
que no ahogaron los pinceles
con callados enterrados.
Se salan hundidos
los siete albaricoques,
igual que una espiral busca
bajo el cielo marinero.
Ensayaron de negro
los rieles con el escenario,
quien encuadró las almas
rectas de las fulas,
como recorrieron las puertas
de lava espumosa.

sábado, 11 de junio de 2011

Domingo de tracas.

Aquella mañana de misa parecía normal, como las de todos los domingos. Todos llevaban sus mejores galas en el día del señor, trajes almidonados, cabelleras enlacadas y otras engrasadas, nubes escandalosas de perfume se movían rectamente ordenadas en dirección a la parroquia.
Algunas monjas esperaban la llegada del párroco en primera fila con sus caras iluminadas por el dorado retablo, mientras los fieles iban entrando en la casa del señor y sentándose en silencio, como si los santos, Cristo y la propia virgen mandaran a callar, o como si el agua bendita derritiera sus lenguas convirtiéndolas así en buenísimos cristianos.
La iglesia se iluminó más todavía cuando apareció el cura sonriendo de manera extraña, mostrando sus palmas por encima de su cabeza, haciendo con su llegada que los espectadores abrieran más sus ojos.
Se acercó al micrófono con intención de dirigirse al público, aunque de su boca no salió ninguna palabra. Sin parar de mostrar sus pequeñas bombillas, bajó el micrófono a la altura de su cintura, o quizás un poco más abajo. Extrañados por el gesto, los asistentes comenzaron a cuchichear entre ellos.
El cura se giró dando la espalda y se agachó para recoger algo que nadie vio, pero en vez de ponerse en pie se levantó la sotana, mostrando ante los gritos su culo, que había estado celosamente guardado incluso de los médicos.
Aquellos gritos fueron acallados por una homilía de aerofagia, y dieron paso a las lágrimas por parte de muchos de los presentes. Las pobres monjas, confusas, no sabían si taparse los ojos o los oídos, una optó por meterse en posición fetal bajo los bajos, mientras otras golpeaban sin ritmo acordado sus cabezas contra los asientos.
Todo lo reinaba un aire apocalíptico, salvo por una de las monjas que sin inmutarse sonreía ante aquel espectáculo, incluso se permitía soltar algunas pequeñas carcajaditas, disimuladas por el ruido de tambores y cornetas que dominaba la iglesia.
Efectivamente, o Cristo sangraba láudano o alguien había aliñado el vino consagrado.

sábado, 4 de junio de 2011

Chalanas hundidas en las olas de dátiles

Formando parte de la arena
vi bailar
a plátanos compuestos
de bulgados.
Hecho granos esperando.
Salen las morenas
también de las palmeras,
para saludar
a los náufragos
con sus colas de cinco dedos.
Hecho granos esperando.
Maduran las escaleras
al sol,
raspándose por las orillas
de huesos erizados.
Hecho granos esperando.
Con mis ojos cuarteados
como la piel pescadora,
grita el aire como estalactitas cabalgantes
con los jinetes
como el jolgorio de mafias infantiles.
Hecho granos esperando.

sábado, 28 de mayo de 2011

Movimiento sexual rotatorio de los perturbados

Cuando intentara
escuchar el mar
en sus pezones, sólo escuchó
los trenes esperando a transeúntes.
Sabía que había dado
varias ruedas de prensa,
que habían acabado con las estructuras superficiales
de las serpientes, como las moscas
desarman
los hierros de la mañana.

De las mirillas
salió gente
que buscaba firmas sin soldar,
no sólo rúbricas de saliva.
Pero las pastillas
buscaron en sus poros,
donde esconderse de las ranas
con zapatos de claqué.
Ya no había huellas dactilares
eran todo trincheras
en venta horizontal.

Sólo el cansancio
provocó un laberinto
de suspiros,
que succionaron las batas con tutú.

sábado, 21 de mayo de 2011

Discusión política

Se encontraban enfrentados los dos líderes políticos de ideologías opuestas en una enervada discusión.
- Si salgo elegido prometo recintos preparados y totalmente equipados donde los ciudadanos puedan estornudar tranquilos.
- Esta usted discriminando a la gente que no estornuda tranquila.
- El único que excluye es su partido, pues defiende sólo los que usan calzoncillos con elásticos.
- ¿Puede demostrar algo así?
- Hay fotos donde se le ve abrazando a un hombre que sale de una mercería, y efectivamente lleva calzoncillos elásticos en la mano.
-Lo abrazaba sólo porque me había dicho unas palabras muy tiernas; algo que usted y los de su partido no saben lo que es, pues en el programa electoral pone claramente que se rechaza el baile como método curativo contra la fimosis.
- ¿Y las madres? ¿Nadie piensa en esas madres que tienen a hijos enganchado a ese tipo de baile tan peligroso? Sin hablar lo molesto que son los bailarines.
- Lo que es molesto es defender a los señores con bigote, que fuman por pipa en gabardina, y llevan una rana como mascota.
- ¿No tienen derecho a vivir los señores con bigote, que fuman por pipa en gabardina, y llevan una rana como mascota?
- Después del mal estético que han hecho a la humanidad, no. No pegan con la estética de la ciudad.
- No debemos confundirlos con los señores con bigote, que fuman por pipa en frac, y llevan una rana como mascota. Meterlos a todos dentro del mismo saco sería ridículo.
- Son iguales.
- No lo son.
- Si lo son.
- Por favor, señores – se oyó de pronto una voz entre ellos que intentaba separarlos – dejen de discutir. Aquí tienen la medicación.
- ¡Pastillas!
- ¡Hay rojas, de las que a mí me gustan!
- ¿Lo dejamos en tablas?
- Por el momento lo dejamos en empate, pero empieza a asumir que yo ganaré las elecciones.
- O dejan de pelearse o me llevo las medicinas, y los encierro en sus habitaciones. – dijo la enfermera cogiendo los vasitos plástico que contenían las pastillas.

sábado, 7 de mayo de 2011

Caras de herradura en las plumas creativas

Los caminos de las algas
que intentan introducirse
por los orificios nasales,
pero que abrazan el óxido,
se cosen a las almas apiratadas.

Narices al óleo,
ojos armónicos,
labios endecasílabos
fragmentan enfrascando los rincones.

Los trozos de espejo
que flotan sobre las crines
para intentar cuartear las pupilas,
crecen entre los suspiros de mandarinas.

Narices al óleo,
ojos armónicos,
labios endecasílabos
fragmentan enfrascando los rincones.

La espiral de escamas
que va rimando con las esquinas,
sólo tiene la intención
de buscar
unas lenguas bífidas donde amamantarse
hasta morir.

Narices al óleo,
ojos armónicos,
labios endecasílabos
fragmentan enfrascando los rincones.

sábado, 30 de abril de 2011

Llaves sin solidificar bajo prescripción.

Mis capítulos de esporas
sellan pasajes
para elegirme en paraísos artificiales
de yemas o de sándalos.

Las puertas
mal calzadas
que se tumban en un diván
para buscar sus soluciones de cerradura,
atarán sus llaves.

La malicia de las dinamitas
no tiene nada que ver
con el escrutinio interior
de los celadores.

Alguien me habló sobre
los quicios mal peinados
que exigen las provocaciones
de batas desabrochadas con pastillas,
como encriptaciones de fácil irritabilidad.

Calma, calma
de siete
relinchos con viento,
calma, calma,
susurra la lobotomía destinada.

sábado, 23 de abril de 2011

Noche de dados

En una acartonada noche de noviembre un hombre pasaba el rato tirando unos roído dados a una mesa ya podrida por el tiempo y las polillas.
- ¡Ocho! ¡Seis! ¡Dos! ¡Diez!
Pero antes de que hiciera la quinta tirada un niño se le acercó, el cual lo miró a los ojos durante varios segundos sin decir nada.
- ¿Qué quieres?
- ¿Qué números te han salido en los dados?
- ¿Te crees que soy tonto o que nací ayer? – preguntó ante el asombro del pequeño – sé que me estabas espiando detrás de aquel muro. Además lo puedes leer más arriba que para eso los he gritado y están entre exclamaciones.
- Pues te digo, para que lo sepas, que tengo ocho años, seis hermanos, dos padres y diez… - calló entonces de repente.
- ¿Diez qué?
- Los años ya los dije, ¿Verdad?
- Si.
- …pues tengo diez hijos. ¡Qué casualidad más rara, a que si!
- ¿Diez hijos? ¿Con ocho años?
- Es más raro aun, ¿Verdad? – dijo mientras se iba poniendo algo nervioso.
- Esa barba de tres días no es la barba de un niño de ocho años, quien no debería tener ni pelusilla.
- Bueno… - comenzó a tartamudear – es que vengo de una familia muy peluda.
- ¿Eso explica los pelos del pecho que asoman por tu camisa?
- Si.
- y me dirás que también ese vello púbico. – dijo mientras miraba en el interior de sus pantalones.
- Pues si señor, ya se lo he dicho.
- ¿Cómo explicas esa calva de señor?
- Es que… - intentó explicarlo mientras se acariciaba nervioso la calva – esto es la última moda.
- Pues perdone que le diga, caballero, no me creo que…
Antes que pudiera terminar de exponer sus argumentos una mujer se acercó con antigua cara de preocupación, ahora sustituida por una máscara que mostraba actitud de alivio.
- ¡Fernandito! – gritó con las manos sobre su cabeza mientras las balanceaba.
El joven anciano miró al suelo tímidamente esperando el castigo materno con resignado estoicismo, mientras su madre se acercaba con intención de reñirle.
- ¿Cuántas veces te he dicho que no te escapes sólo por ahí?
- Creo que con esta unas veinte o así.
- ¿Pero para qué me contestas? ¿No ves que es una pregunta retórica? No esperaba ninguna respuesta.
- Entonces ¿Para qué lanzas esas cuestiones? – preguntó el pequeño extrañado.
- ¡porque vas a acabar con mi vida! – gritó mientras se daba golpes en el pecho – tu madre que ha dado todo por ti, que te he alimentado…
- Señora – interrumpió el hombre – perdone que interrumpa su fantástico monólogo tan bien dramatizado, pero ¿Sabía usted que su hijo tiene como mínimo sesenta años, si no más?
- ¡Fernandito! – exclamó la madre con tono de desilusión - ¿Es verdad lo que dice este señor?
- ¿Esta la tengo que responder?
- ¡Ay hijo, cuantos disgustos estás dando a tu madre!
- Pero mamá…
- Ni mamá, ni leches, que sea la última vez que te pones a cumplir años sin avisar, tira pa’ casa. ¡Ay, dios mío! Sólo siento tu padre cuando se entere, con la ilusión que tenía en enseñarte a afeitarte y regalarte tu primera película porno.
El vetusto infante cabizbajo se alejó muy lentamente, mientras su madre se disculpaba ante el señor.
- Mis más sinceras disculpas por las molestias que le haya podido causar mi hijo.
- No pasa nada, ya se sabe como son estos niños de hoy en día.
- Tiene usted razón, si a mí a su edad se me hubiera ocurrido ponerme a cumplir años sin avisar, de los puñetazos que hubiera recibido, no estaría ahora viva. Pero ya ve usted, hoy en día no se les puede tocar, ni siquiera una paliza al menos como escarmiento. No hablemos de las patadas recreativas, porque es que si no que gracia tendría entonces tener un hijo.
- Estoy totalmente de acuerdo con usted, por eso ni siquiera me he planteado tenerlos.
- Muy bien que ha hecho, porque ya ve usted lo que sufre una madre con ellos. Por cierto, gracias por celebrar mi discurso, ¿En serio le ha gustado?
- Me ha parecido fabuloso, ha controlado muy bien la respiración, ese gesto de angustia, y no hablemos del tono elegido, ni de ese brillo en los ojos, por como me hace llorar. ¡Fantástico! ¡Fantástico! Es una pena que no lo haya podido escuchar entero, pero me parecía muy grave lo de su hijo.
- Gracias, una debe aprovechar los años que estudió arte dramántico. No sabe lo que se puede conseguir con unos cuantos trucos de dramatización. Bueno, le dejo que siga con lo suyo, ha sido un placer.
- Igualmente, también ha sido un placer para mí.
Los dos adultos se despidieron con repetidas sacudidas de menos, mientras la madre se alejaba. Al quedarse solo volvió a tirar los dados mientras gritaba los números obtenidos, esperando llamar la atención de otro niño y poder así abandonar la soledad al menos por algunos minutos.

viernes, 15 de abril de 2011

Ensoñación de las puertas mal sentadas.

Si pertenezco al colectivo
de los payasos sordo-mancos,
que se comunican
a la manera de Príapo…

…será porque a veces
pienso
en la comunión porcina
recibiendo una cajetilla de pezones
que gritan más que los focos.

…será porque de vez en cuando
añoro
a las señoritas
que se axilan en los bosques, sangrando,
en busca de príncipes
que vomitan deliberaciones sin ensamblaje.

…será porque alguna vez
busco
dentro del vino
alguna etiqueta que me diga
que mis uñas
no son de algodón.

…sólo si pertenezco al colectivo
de los payasos sordo-mancos.

viernes, 8 de abril de 2011

Gritos enfrascados

Quiero dormir
en una cajetilla de fósforos
porque otros sitios
se me hacen
grandes.

¡Me quejo con jadeos sobre un justo cansancio!

Usar de almohada
los caballos
o recordar
un futuro
sin nubes de piel,
será lo mismo
que recorrer
mi cárcel de loseta
lamentando el espacio
abierto de ella.

¡Me quejo con jadeos sobre un justo cansancio!

Tantos las arrugas
de mis pupilas,
como los pliegues
de mis iris
uniformes,
no se dejan derretir
en los escudos
de mis dígitos.

¡Me quejo con jadeos sobre un justo cansancio!

viernes, 1 de abril de 2011

Decimosexta plegaria al destino

Y no sé si tenía más brazos
o piernas,
al menos, labios tenía;
porque ahora sólo rezo
a los rastros que dejamos cuando fuimos
caracoles
buscando guarida en nuestros cascos.

Encendimos un juglar redondo,
que nos distrajo
contándonos con rintintín
historias manchadas.

Las pestañas como las velas
se arrodillan ante los agujeros,
que recorrieron mundo
en un poro tuyo
con otro mío.

sábado, 19 de marzo de 2011

Reflejos celestes de calabaza

Pintaré de dientes con cabezas
las sonrisas de nubes ribeteadas,
como atormento
la mirada de cenefas.

Todo quiere mi bien, pero
todo quiere mi mal.

Las venas de mitad congelada
que no dejan romper en puños,
querré morderlas
con los pensamientos que enturbio.

Todo quiere mi bien, pero
todo quiere mi mal.

Vuelo, no sé si planeando o cayendo,
colgado todavía en las cutículas,
con la sed de ellas, comprobando la elasticidad
de mis aguas vaporadas.

Todo quiere mi bien, pero
todo quiere mi mal.

sábado, 12 de marzo de 2011

Clavos de botella verde

No comeré carne de semihumanos
a quien unos reyes
le han traído una caja con trucos de magia.

Harina afeitada
y heridas fermentadas.

Vomité todas las cruces tragadas
que intentaban convertir arena en nubes;
cada grano se reveló
provocando los silbidos de mis poros.

Harina afeitada
y heridas fermentadas.

Mis bocas no observan atentas
el espectáculo de disfraces
como efecto de luces purpureas
que ciegan las calvas arrodilladas.

Harina afeitada
y heridas fermentadas.

Provocaron los clavos
un baile en los huesos,
como el malabarismo de tablas
que entierran los enchufes de los últimos quicios
ya perdidos en los horizontes rúbricos.

sábado, 5 de marzo de 2011

El chaval que cambió el mundo (Segunda Parte)

Después de la muerte de Rovento Enalba Acorín se celebró el entierro. Sus padres intentaron que fuera una ceremonia lo más privada posible, pero acabó siendo un funeral multitudinario. En su ataúd sólo se colocó la uña del pie mordisqueada que dejaron de él, acompañada de varios ladrillos que representaban su cuerpo, ya que no consiguieron que los ladrones devolvieran los miembros robados. Muchos de estos miembros eran vendidos en el mercado negro por cifras de dinero astronómicas, que sus padres no pudieron pagar.
Aparecieron muchos más devotos que adoraban al chaval que hablaba tan bien. La gente se lamentó no haber asistido a la celebración que ya se había convertido en legendaria. Se confeccionaron camisas con su cara acompañada de frases emotivas, también tazas, almohadas y retretes que se vendían por docenas. Por otra parte se escribían libros con su historia y su biografía, se opinaba en otros acerca del muchacho y el fervor que había causado, se redactaban además distintas interpretaciones de las escasas palabras que dedicó a sus seguidores.
Mientras tanto, un grupo de adeptos construyó un templo en su nombre, donde colocaron una réplica de su cuerpo en posición de cúbito supino para adorarla. Se construyeron más templos a lo largo y ancho del mundo. Fueron muchos los que decidieron hacer votos para convertirse en electromonjas y magnetocuras de dichos edificios sagrados. Cada aniversario del cumpleaños quedaban todos para lamentar su muerte, y se representaban sus últimas frases ante multitud de personas.
Años más tarde se decidió por unanimidad perseguir a los asesinos de Rovento, con el motivo de conseguir las piezas robadas de su cuerpo. Muchos confesaron su crimen y fueron juzgados de manera violenta, condenados a bailar hasta que sus corazones explotaran, otros eran obligados a alimentarse de heces eternamente, mientras que otros directamente eran insultados hasta que finalmente caían en depresiones monumentales. Se llevó a cabo una persecución sangrienta, que se cobró la vida de miles de personas. A pesar de la temible pesquisa sólo se consiguió la mitad del cuerpo.
Dentro del grupo de fanáticos apareció otro grupúsculo que rechazaba estos actos, y comenzaron a reprocharles esta forma de actuar tan destructiva. Se dividieron del otro grupo y formaron su propia secta, donde adoraban al ya considerado Chaval de manera pacífica. Pronto aparecieron más divisiones que veían otras formas las cuales creían mejores para seguir la senda trazada por el muchacho. Y fue así como un día un chico normal y como todos los demás se convirtió en el chaval que cambió el mundo.

sábado, 26 de febrero de 2011

El chaval que cambió el mundo (Primera parte)

Nuestro querido protagonista de este relato era un muchacho normal en todo lo posible, a quien sus padres desde el primer momento en que nació lo llamaron Rovento Enalba Acorín. Tuvo una infancia normal, igual a la de los demás niños de su edad, corría, jugaba y a veces se tropezaba dentro de su propia vida.
El día de su décimo octavo cumpleaños celebró una fiesta para invitar a sus amigos más cercanos. Cual fue su sorpresa cuando vio que la noticia de que festejaba el aniversario de su nacimiento corrió como la pólvora, ya no sólo en su pequeño pueblo, si no en todo el país. Asistieron a su cumpleaños miles de personas, algunos no sabían ni siquiera que se celebraba.
Ante todo aquello Rovento estaba muy asustado, así que con intención de calmar el ambiente, y promovido por su precavida madre, se subió a una silla para que todos lo vieran y lo oyeran bien, con las manos de forma abocinada gritó:
- ¡Hola a todos! ¡Antes que nada me gustaría darles las gracias por venir!
Al oírlo hablar tan bien todos aplaudieron, sacudieron las manos, gritaron piropos exagerados, tiraron confetis y bailaron danzas de la alegría. Todos lo celebraban a pesar de que nadie estaba escuchando lo que el preocupado muchacho decía.
- ¡…no tengo sitio, ni comida para todos!
Al escucharlo otra vez, la gente enfervoreció todavía más, muchas personas mayores sufrieron golpes de calor con sus consecuentes desmayos, también deshidrataciones y bajadas de azúcar. El ayuntamiento del lugar, como preveía la importancia del acto acondicionó una carpa de emergencia con una flota de diez ambulancias.
- ¡Por favor, voy a tener que pedirles amablemente que se vayan!
Fue esta vez, al volver a tomar la palabra cuando la gente ya no pudo más y se abalanzó sobre él. Algunos le daban besos, abrazos, otros intentaban hacerle felaciones en su falo flácido, debido a lo comprometedor de la situación. Todo se complicó cuando empezaron a tirar varios grupos por sus diferentes miembros, dislocándole las extremidades. Como no consiguieron nada, comenzaron a morderlo, mientras otros directamente utilizaban cuchillos jamoneros, navajas y cortaúñas.
La madre del muchacho, impontente gritaba moviendo las manos, pero no pudo evitar que se cebaran finalmente con el pobre Rovento, tiñendo de sangre su desgraciado cumpleaños. Los que pudieron se llevaron de recuerdo su lengua, un dedo, sus testículos, o cualquier otra parte de su desmembrado cuerpo, dejándole a su madre una uña del pie mordisqueada.

sábado, 19 de febrero de 2011

Baladas de las orillas

La melodía salada
como los marfiles apluman los espejos,
acaricia cada brillo
de los tomates enladrillados,
de las costras arenosas,
de la piel gris…

Comen los caballos
la hierba relinchando,
como bramando disminuidos,
para huir azorados
de los que vienen a ensalitrar
sus corazones.

Entre las piedras
dejan caer sus párpados
para que sus uñas se conviertan
en escamas.

Quieren descansar en el mar
y volverse de madera.

viernes, 11 de febrero de 2011

Fiesta de tierra II

Ensotanada no sólo por fuera,
guiña su hueco a quien se tapió
en las orillas de la oscuridad.
Sus huevas amigas
le provocarán las cosquillas más eternas
para que nunca pare de tocarse la cabeza con los pies.

Es una danza de brazos,
si yo no puedo bailarla
que me aten pies y manos.

Su afilada presencia
clava agujas en la espalda
de una bondadosa muchacha,
creando el movimiento perfecto.
Sus buenas acciones serán recompensadas
con miles de alitas tocando pequeñas trompetas
le acompañarán eternamente en el baile.

Es una danza de piernas,
si yo no puedo cantarla
que me muevan la mandíbula.

Su susurro como las botellas
que tocan el caracol con el culo,
acarician al que nada tiene que perder.
No brincó hasta que los pequeños corazoncitos
le tejieran una corbata hecha con las sobras de su piel.

Ruedan, giran, volterean
por el agua turbia,
mientras un ser invisible, que tampoco necesita ver
dirige los trompos sobre el rio.

sábado, 5 de febrero de 2011

Fiesta de tierra I

Una señora en bata
invita a bailar a la de gemas enternecedoras;
las rosas no terminaron de florecer,
pero danzó con cornetas de pelusas
tocada por ratas de cloaca
tomando el té.

Es una danza de brazos,
si yo no puedo bailarla
que me aten pies y manos.

Sus dedos de marfil tallado
despiertan al desgraciado hundido en el cabreo,
el vino orinado por las moscas,
como catadoras de bebidas aireadas,
lo hace estremecerse.

Es una danza de piernas,
si yo no puedo cantarla
que me muevan la mandíbula.

Su sonrisa de cristales
ciega al dorado condenado,
que aunque reticente,
se acaba moviendo gracias al confeti,
lanzado por los gusanos imantados a los poros.

Ruedan, giran, volterean
por el agua turbia,
mientras un ser invisible, que tampoco necesita ver
dirige los trompos sobre el rio.

sábado, 29 de enero de 2011

sábado, 22 de enero de 2011

Problemas en el restaurante.

- ¡Camarero! ¡Camarero!
- Dígame, señora.
- ¿No ve nada raro?
- Pues no, señora.
- Como para no verlo con lo grande que es.
- ¿Qué tendría que ver?
- ¡Pues eso!
- ¡Eh! Disculpe señora, sigo sin ver nada.
- ¡Hay un humano en mi ensalada con canónigo y roquefort!
- Disculpe, le retiraré su plato y le pondremos otra ensalada igual.
- ¿Y el humano?
- ¿Qué pasa con él?
- Espántelo, o mátelo, No me lo pensará dejar aquí, ¿verdad?
- Enseguida lo soluciono, no se preocupe. Echaré un poco de humanicida.
- Mire, mejor espántelo, que esos productos huelen muy mal.
- ¡Claro señora, ahora mismo!
- ¡Qué asco! A saber dónde habrá metido esas manos.

sábado, 15 de enero de 2011

Tropiezos de dos caras.

Apoyado con la pestaña metálica
del dedo meñique
en el otro extremo del émbolo,
miro la gota de agua
en la montaña de arena seca.

Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.

Un viento susurrador,
como los puños de madera
enfriando en una señal de mal recuerdo,
tambalea mi lóbulo.

Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.

Una lluvia paginadora,
de espejos intranquilos, casas y cruces asombradas
que lanzan dientes suizos con encías rumanas,
muerde mi espada
la cual refleja los zumbidos de guerra lejana.

Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.

Me observo en el punto negro,
señal de mira barnizada,
sudando atropellos
con las señoras en batas de camuflaje militar.

sábado, 8 de enero de 2011

Nanas de mar y viento

En la planta de mis pies
siempre llevo un trocito de piel negra
que enfrasco en mis huellas.

Un peneque de sal
se oculta entre mi uña
que a veces mordisqueo para notar
la brisa mover mi pelo.

Necesito la nana de mar
y viento para dormir.

Algunas no son pestañas,
son picos de erizo lima
que me cuentan las discusiones de las morenas
pero no salen con el bombillo lleno.

Cubre mi pecho una familia de ortiguillas
que danzan el baile
de los ahogados.

Necesito la nana de mar
y viento para dormir.

sábado, 1 de enero de 2011

Señor semidios

Un dedo apareció entre un cielo roto,
haciendo un círculo con sus dedos índice y pulgar,
mientras los otros bailaban.
Una puerta se abrió
entre la carne de las uñas,
salió un semihombre.
Se quitó los calzoncillos de esparto,
como condena genital abandonada.
Seguía sin sentirse humano
sus dedos eran como braguitas de encaje,
no de señoras, sino de jovencitas vírgenes.
La gente lo quería
algunos lanzaban sus palmas a tocar las nubes,
aunque otros lo perfumaban con “eau” de secreción.
…pero lo recibía todo por igual,
ojos entornados, boca entreabierta
cabeza de gusto con sonidos giratorios.
Antes de marcharse hizo la danza de los palos cruzados;
cuando repartió su carne a los espantapájaros,
todo el mundo pensó en él
como si nadie se hubiese dado cuente
que no tenía tierra en sus labios.
De las pequeñas piedras
salió una cabeza sonriente
gritando el final de su tragicomedia.