No me quedará otro remedio, si no adorar a las mariposas que me obligan a mantener relaciones sexuales con ratas enamoradas de cucarachas.
Tan silencioso.
Tan mediano.
Tan inconexo.
Tan lento.
Sólo puedo pensar en cómo las puertas se resquebrajan, dejando que los puñetazos temporales limiten a mis peces metálicos, a mis sombras muertas, a mis estridentes cuerdas…
Tan inarmónico.
Tan obediente.
Tan boquiabierto.
Tan inseguro.
Pero los peces se ahogan, las sombras son degolladas, y las cuerdas… las cuerdas… mejor no hablar de las cuerdas.
Tan patéticamente amargo.
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