¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 15 de octubre de 2011

Cuestiones sobre un gato acosador

Las bragas de los astronautas lo asustaban, sobre todo de aquellos que se olvidaban de tirar de las cisternas siderales, cuando hubieran escuchado a los caracoles mestizos. Algunos decían que en realidad lo cohibían, o incluso que era cuestión de desincronización con el tiempo real de las niñas enfermizas.
Yo, que lo conocí en una tarde de invierno, creo que son cuestiones de espabilamiento ante la realidad, o por lo menos eso me dijo una cafetera parlante que se me acercó después de escrutarle el cerebro al señor que nos trae a colación.
Sin embargo, todo esto que le contó a usted aquella señorita mona, y que se había olvidado de la ropa interior, no es verdad. No sabe usted lo lejos que está de la realidad, cuando aquellos leones le arrancaron la ropa y la dejaron volar por aquel tiempo entumecida. La policía sabía todo lo que iba a pasar, por eso dejó al feroz animal por fuera, incluso, sabían de la presencia del viejo verde que se estaba escondiendo.
¿Conocía realmente la esposa a aquella señorita? Eso sólo lo puede saber el abogado a quien contrató, o el gato que la seguía después de la hora de la merienda. Quiera dios, que no haya tenido nada con el minino, caer en la zoofilia sería lo peor para una muchacha que no ha pasado la veintena.
Aquel señor se paseaba completamente desnudo dando vueltas en su habitación, alrededor de aquella cama que recordaba más a la de una cárcel que a la cama perteneciente a un señor que ganaba un buen sueldo cada mes. Todas aquellas vueltas eran justificadas con las proposiciones que le había hecho a una de sus benefactoras. Aquella señorita con la que había pasado buenos ratos, le había confesado que toda aquella pasión era fingida, lo hacía sólo por sus medianas propinas.
Se debatía ahora en un debate orbital, con pequeñas distracciones en las que observaba como su pene al andar daba pequeños saltos, donde se preguntaba si era lícito que siguiera visitando a aquella muchacha.
Sólo tendré que decir en mi defensa que me he enterado de todo esto mediante rumores y cartas anónimas que llegaron al despacho de mi negocio dedicado al espionaje de gatos suicidas.

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