Una señora en bata
invita a bailar a la de gemas enternecedoras;
las rosas no terminaron de florecer,
pero danzó con cornetas de pelusas
tocada por ratas de cloaca
tomando el té.
Es una danza de brazos,
si yo no puedo bailarla
que me aten pies y manos.
Sus dedos de marfil tallado
despiertan al desgraciado hundido en el cabreo,
el vino orinado por las moscas,
como catadoras de bebidas aireadas,
lo hace estremecerse.
Es una danza de piernas,
si yo no puedo cantarla
que me muevan la mandíbula.
Su sonrisa de cristales
ciega al dorado condenado,
que aunque reticente,
se acaba moviendo gracias al confeti,
lanzado por los gusanos imantados a los poros.
Ruedan, giran, volterean
por el agua turbia,
mientras un ser invisible, que tampoco necesita ver
dirige los trompos sobre el rio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario