Y no sé si tenía más brazos
o piernas,
al menos, labios tenía;
porque ahora sólo rezo
a los rastros que dejamos cuando fuimos
caracoles
buscando guarida en nuestros cascos.
Encendimos un juglar redondo,
que nos distrajo
contándonos con rintintín
historias manchadas.
Las pestañas como las velas
se arrodillan ante los agujeros,
que recorrieron mundo
en un poro tuyo
con otro mío.
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