Un dedo apareció entre un cielo roto,
haciendo un círculo con sus dedos índice y pulgar,
mientras los otros bailaban.
Una puerta se abrió
entre la carne de las uñas,
salió un semihombre.
Se quitó los calzoncillos de esparto,
como condena genital abandonada.
Seguía sin sentirse humano
sus dedos eran como braguitas de encaje,
no de señoras, sino de jovencitas vírgenes.
La gente lo quería
algunos lanzaban sus palmas a tocar las nubes,
aunque otros lo perfumaban con “eau” de secreción.
…pero lo recibía todo por igual,
ojos entornados, boca entreabierta
cabeza de gusto con sonidos giratorios.
Antes de marcharse hizo la danza de los palos cruzados;
cuando repartió su carne a los espantapájaros,
todo el mundo pensó en él
como si nadie se hubiese dado cuente
que no tenía tierra en sus labios.
De las pequeñas piedras
salió una cabeza sonriente
gritando el final de su tragicomedia.
sábado, 1 de enero de 2011
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