A las afueras, galopando,
enfocan espejos triangulares,
encandilando
a pescadores de orilla,
que enamoran a botellas
entre calzoncillos de palmeras.
¡Qué graciosos
son los locos de la mar!
Ayudan al sol
a regañar miradas,
provocando contorsiones
en los rostros no curtidos.
Hacen huir
con carcajadas entre gárgaras
a los que consiguen
ver su cara reflejada,
desfigurada, contraída.
¡Qué graciosos
son los locos de la mar!
Narciso,
con el pecho bizco,
no ha vuelto más.
Desapareció desde que le deschavetaron
las narices,
como el estornudo
de los erizos exhibicionistas.
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