En las mantas de alambres cosidas con bocadillos a martillazos me desfracciono.
El señor de gabardina desde una esquina amenaza con su mirada y acaricia una cachimba que maúlla.
¡Sólo siento los calzoncillos volantes que golpean mi cara en pos de unas creencias religiosas!
Amotinados, el ejército de pelusas insta al golpe de estado, liderado por una dentadura desencajada.
Todo cambiará, bajo este régimen totalitario de pastas dentífricas y enjuagues bucales.
¡Pobres ojos alcoholizados!
Crean círculos los muslitos de pollo deshollinados, confecciones las papas, trajes rococó para las ratas áureas, eructan las cebollas su sudor…
¡Pobres ojos alcoholizados!
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