sábado, 28 de julio de 2012
Canto panorámico del fluido anquilosador
Aquella chalana portuguesa
utilizaba como pandullo
las cabezas cortadas de todos los alcaldes.
Nadie sabía
que entre las astillas vivían pescadores jóvenes;
estos habían engordado antes de aprender
a llenar el cubo de salemas.
…seguían besando el suelo,
interrumpuendo sus acciones cotidianas
como cada día
en el atardecer;
ella se removía de placer
al ser roída por todos.
Aquella chalana portuguesa
utilizaba como engodo
una doncella desnuda amarrada por las piernas;
intentaba atraer a los meros encapuchados.
Nadie sabía que no era virgen
pero todos los hombres con los que estuvo
acabaron devorados.
…seguían besando el suelo,
inevitablemente tenían que hacerlo;
pocos podían salir corriendo,
pero estos estarían toda su vida
con dolores de estómago
si no recaían.
sábado, 21 de julio de 2012
La comparación no era el peor de los males
Era la hora de los visitantes. Entraron entre empujones y gritos como si el día de mañana estuviese sobrevalorado.
¡Nadie conoce a nadie! – gritaba sólo con la intención de espantarlos.
Me vieron. Se calmaron. Se acercaron. Tocaron mis muñones. Ninguno quería decir la relación entre el hombre con cara felina y el de gabardina. Escribían el nombre de sus amantes rodeados con un corazón en el muslo que ya no tenía.
¡Nadie conoce a nadie! – susurraba sólo con la intención de infundirles piedad.
Era todo una fiesta a mi costa, ellos reían junto a mis miembros invisibles. Allí estaba él, de cuclillas a mi lado, sonriendo, mientras sostenía la cachimba en la mano. Entonces fui yo el que reía a pesar de que ellos habían parado ya.
…porque nadie conoce a nadie, ni siquiera a los que vienen con tarjeta de invitación.
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Llantos sobre yema sin ventanas en un año,
poesía
sábado, 14 de julio de 2012
sábado, 7 de julio de 2012
Moscas como baúles y a veces como órganos
Corría a velocidad dimensional, mientras un Cristo desclavado perseguía ansioso mis pasos.
Abriendo una puerta, intentó detenerme el hombre de 1993.
Varias copias mías paseaban por el mismo parque sin inmutarse ante mi huida.
Los tres clavos mataron a tres de mis réplicas y la cruz atontó a uno; puede que de ahí vengan los problemas.
Encogiendo el riñón pude esquivar la corona de espinas.
Cuando pensé que me alcanzaba mis pies comenzaron a crecer desde la almohada; por una trampilla o una colcha volví sudoroso a mi habitación.
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