¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 27 de octubre de 2012

Un final conocido por las tripas huidizas.


Todo apuntaba a un continuo desdentarse durante el despunte del día, pero tú me acusaste únicamente porque ellos aporrearon a tu madre.
Es por eso que deseo matarte.

Sin embargo, tanto tú como yo, sabíamos que era una impostora, una ventosa solidificada en un soliloquio político.
Es por eso que deseo matarme.

Sólo te puse como condición venir orinada, y viniste deshilachada, con el estómago como una bolsa abierta de cebollas.
Es por eso que deseo matarte.

Me hice y me deshice el sexo al verte como una mariposa muerta, como una legumbre viva, como calzoncillo carnívoro, como un zapato inyectado…
Es por eso que deseo matarme.

Conoces que igual que yo perdiste la ruta, olvidaste llevarte la puerta al salir o simplemente tirar de la cadena para que múltiples piernas se fueran por el desagüe. 
Es por eso que deseo matarte.

sábado, 20 de octubre de 2012

Yo lo preveía

Una cena mal planeada, así comenzó todo. A pesar de que el programa del banquete contaba con castillos hinchables, maquilladores que pintarían las caras de los invitados, imitando a sus personajes fantásticos preferidos, momento karaoke, entre otras actividades, nada salió como se esperaba en un principio.
A parte de olvidar contratar al payaso y al mago, la reunión que había organizado el conocido pintor italoespañol Federico Federigi había terminado con la muerte de Enrique Alcabia, siendo asesinado por una puñalada en la espalda mientras soltaba su discurso sobre su último libro, titulado Diario de un vendedor de ropa usada.
Nadie supo quien había sido el autor de dicha muerte, y por si fuera poco, todos retenían aun la última frase del asesinado:
 - ¡Qué alguien quite el pollo del horno! – para después caer desplomado, no sin antes realizar una pirueta de danza clásica.
A modo de ofrenda, muchos que pasaron por allí vomitaron, orinaron y defecaron encima del cadáver. Algunos amigos, comenzaron a masturbarse, pero la policía interrumpió sus actos onanísticos para intentar investigar quien había sido el autor de dicho estropicio.
Al entrar la policía en el restaurante todos intentaron disimular cogiendo el cadáver y realizando un truco de ventriloquía, haciendo parecer que seguía vivo.
- ¿Qué tal, señores policías? – le hicieron decir.
Todo parecía salir bien, pero los gusanos delataron pronto la farsa. Muchos intentaron, sin demasiado éxito, convencer a los guardias del orden que en realidad estaba durmiendo debido a la cantidad de droga que había consumido.
Pasados unos minutos llegó la ambulancia, cuando vieron que se trataba de un muerto se volvieron a ir con la escusa de que ya no tenía remedio. A la policía, después de lanzar merchandising entre los invitados, no le quedó otro remedio que llevarse el cadáver; el cual fue sustituido por una vaca con una equis en el lomo debido a temas del decoro.
A pesar de que la fiesta continuó, y todos estaban ilusionados por sus placas de juguete, sus camisas, sus gorras, sus porras y sus penes de plástico de la marca COPS, nada fue como antes. La gente bailaba a desgana, moviendo el cuerpo al ritmo de la música, pero con el rostro cabizbajo. Enrique Alcabia había estropeado la fabulosa fiesta, y por ello todos se acordaban de su pobre madre, que ahora lloraba la muerte de su hijo sin saber que había muerto.
En la comisaría todos se sacaron fotos con el muerto, al principio era divertido tenerlo por allí, pues le hacían peinados estrafalarios, le bajaban los pantalones, le tiraban de los calzoncillos por detrás, lo ponían de cúbito supino… y él nunca se quejaba. Pero pronto comenzó a oler mal, y le pasaron el cadáver a la benemérita para que decidiera que hacer con él, después de sacarse fotos y hacerle alguna que otra perrería, lo devolvieron a la comisaría. Éstos se volvieron a fotografiar con el cuerpo, que ya estaba empezando a descomponerse, y lo iban a devolver a la guardia civil, cuando uno de los policías tuvo una idea genial. No lo dijo, ni siquiera después de las diferentes torturas que le impusieron sus amigos.
Sin embargo, a otro guardia de la ley se le ocurrió otra brillante idea. Entre varios policías cogieron el cuerpo y se dirigieron a una funeraria, allí tocaron el timbre y salieron corriendo. La funeraria decidió enterrarlo, no sin antes realizar una sesión fotográfica con toda la plantilla, destinada a un calendario de desnudos para sacar fondos para un viaje.
El entierro de Enrique Alcabia fue un entierro multitudinario, vino gente de todas las partes del mundo. A pesar de que Federico Federigi quería organizarlo, nadie le dejó por miedo a que hubiera otra muerte. Esta vez si se contrató a un payaso que hacía las funciones de mago; además de una orquesta, se resucitó para la ocasión a Enrique Gaspar que dirigió una de sus mejores obras de teatro, La levita. La gente aplaudía durante toda la obra, a pesar de que no escuchase nada, porque aquello era humor fino y teatro exquisito.
Al ver a Enrique Alcabia desnudo y lleno de almendras clavadas con imperdibles, sentado en una columna jónica, su madre comprendió porque había llorado tanto. Toda su familia se enteró en ese momento que Enrique Alcabia había muerto y todos lloraron al ritmo del pasodoble que tocaba la orquesta contratada.
Los familiares del difunto que no se esperaban la muerte, tuvieron rápidamente que pensar en una forma de convidar a todos los asistentes al entierro; así que lanzaron kilos y kilos de aceitunas de todas las clases. Al no tener nada que ofrecer para beber, repartieron el agua de las aceitunas en vasos de llaves. Poco a poco, la gente, que ya estaba comida y bebida se fue marchando bailando la conga, algunos rezagados se quedaron detrás manteando el cuerpo sin vida, pero no tardaron en cansarse y acabaron marchándose a sus casas.

sábado, 6 de octubre de 2012

Letanía de los muertos no enterrados


¿Cementerio?
aquí no hay cementerio,
cementerio;
los muertos se van a la mal
por los huesos
insultaban,
insultaban,
insultaban,
insultaban,
aunque alguien quisiera
callarlos.

Era el instrumento hecho de costillas,
acompañado por gritos ahogados,
mientras las tripas,
se zambullían,
las vísceras
saltaban haciendo complicadas piruetas,
los pellejos
se deslizaban sobre la espuma.

¿Cementerio?
aquí no hay cementerio,
cementerio
los muertos se van a la mar
porque los huesos
flotaban,
flotaban,
flotaban,
flotaban,
aunque las señoras gritaran
a la hora de comer.

Era el instrumento hecho de costillas,
acompañado por gritos ahogados,
mientras las uñas
bailaban con escamas confusas,
los ojos
se arañaban en las rocas,
los dientes 
tocaban fondo.

…y es que aquí no hay cementerio,
la mar, simplemente, se traga
lo que es suyo.