¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 25 de diciembre de 2010

Desesperación

Desde lo alto de mi soledad grito,
no me escucho no me oigo solo chillo
y lanzo bocanadas de tristeza;
¡No muy fuerte que si no la despiertas!

¿A quién? a mi soledad, que no duerme,
que me acompaña allí donde me encuentre
no la despiertes, déjala que duerma,
que me parece a mí que está enferma.

Está cansada de ir siempre conmigo,
y de estar al final de mi camino;
está cansada de ser ignorada
y de que yo siempre le de la espalda.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Ya no seré yo.

Quiero morir en tus uñas clavadas
cuando besan la arena húmeda;
y sé que mis razones
las hubiera explicado bien
la hormiga que se ahorcó
con el hilacho que le quité a mis calzoncillos.

Búscame entre los muertos,
donde los niños juegan a ser ventrílocuos.

Estaré allí tumbado,
me haré amigo de los gusanos.
Pensaré en el albaricoque,
en los trazos artificialmente armónicos
que conseguí redactar.

Encuéntrame entre los muertos
donde los niños juegan a ser ventrílocuos.

En la mar me haré tierra,
mis manos podrán tocar pandorgas sin alma.
Mis lenguas se las dejo a las samas,
ellas sabrán como enterrarlas.

Espérame entre los muertos,
donde los niños juegan a ser ventrílocuos.

Si me buscas,
me encuentras,
me esperas,
ya no seré yo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El pueblo maldito.

En una ventana antigua de madera, de esas que resisten cuatro o cinco eternidades, además barnizada varias veces; que pertenecía a un ayuntamiento construido a finales del siglo XVIII, tosco y enorme, con dos bustos incrustados en su estructura, que nadie conocía; que pertenecía a un pueblo de no muchos habitantes, todos serios llevando sus pequeñas cargas diarias…

Allí, se asomó el alcalde, vestido de flamenca en tonos rojos y negros, lo que siempre había deseado y nunca había podido, porque le decían que con su enorme tripa no le quedaba bien el traje. Alongado al balcón incitó con gritos a todo el pueblo a que se acercaran, cuando vio que todos con caras de confusión lo miraban gritó:

- ¡Señores! ¡Señoras! ¡cacatúas! - al oír esto una señora con la nariz muy grande se ofendió y se largó ladrando. – dios ha dejado de creer en nuestra existencia. ¡Ahora somos libres! ¡Ahora no somos nada!

Pasaron cinco segundos de silencio, contados por el reloj del señor de bigote violeta; pero entonces justo cuando las viejas bizqueando lanzaron un grito al cielo y el cristal del hombre de escafandra se empañó, un rayo proveniente del cielo rojizo atravesó al alcalde, dejándole los pelos del pecho que se le insinuaban por el escote de punta, cayendo así fulminado.

- ¡Ahora soy yo el nuevo Dios! – se oyó en el cielo mientras un dedo enorme con las uñas sucias de una sustancia de color verde pizarra los señalaba.

La chica de pequeñas calaveras hizo la danza de la muerte, pero de nada sirvió. No comprendían que ahora pertenecían al niño con el experimento ganador del concurso de ciencias de primaria.

sábado, 4 de diciembre de 2010