sábado, 29 de enero de 2011
sábado, 22 de enero de 2011
Problemas en el restaurante.
- ¡Camarero! ¡Camarero!
- Dígame, señora.
- ¿No ve nada raro?
- Pues no, señora.
- Como para no verlo con lo grande que es.
- ¿Qué tendría que ver?
- ¡Pues eso!
- ¡Eh! Disculpe señora, sigo sin ver nada.
- ¡Hay un humano en mi ensalada con canónigo y roquefort!
- Disculpe, le retiraré su plato y le pondremos otra ensalada igual.
- ¿Y el humano?
- ¿Qué pasa con él?
- Espántelo, o mátelo, No me lo pensará dejar aquí, ¿verdad?
- Enseguida lo soluciono, no se preocupe. Echaré un poco de humanicida.
- Mire, mejor espántelo, que esos productos huelen muy mal.
- ¡Claro señora, ahora mismo!
- ¡Qué asco! A saber dónde habrá metido esas manos.
- Dígame, señora.
- ¿No ve nada raro?
- Pues no, señora.
- Como para no verlo con lo grande que es.
- ¿Qué tendría que ver?
- ¡Pues eso!
- ¡Eh! Disculpe señora, sigo sin ver nada.
- ¡Hay un humano en mi ensalada con canónigo y roquefort!
- Disculpe, le retiraré su plato y le pondremos otra ensalada igual.
- ¿Y el humano?
- ¿Qué pasa con él?
- Espántelo, o mátelo, No me lo pensará dejar aquí, ¿verdad?
- Enseguida lo soluciono, no se preocupe. Echaré un poco de humanicida.
- Mire, mejor espántelo, que esos productos huelen muy mal.
- ¡Claro señora, ahora mismo!
- ¡Qué asco! A saber dónde habrá metido esas manos.
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relatos breves escritos en tinta de orina
sábado, 15 de enero de 2011
Tropiezos de dos caras.
Apoyado con la pestaña metálica
del dedo meñique
en el otro extremo del émbolo,
miro la gota de agua
en la montaña de arena seca.
Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.
Un viento susurrador,
como los puños de madera
enfriando en una señal de mal recuerdo,
tambalea mi lóbulo.
Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.
Una lluvia paginadora,
de espejos intranquilos, casas y cruces asombradas
que lanzan dientes suizos con encías rumanas,
muerde mi espada
la cual refleja los zumbidos de guerra lejana.
Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.
Me observo en el punto negro,
señal de mira barnizada,
sudando atropellos
con las señoras en batas de camuflaje militar.
del dedo meñique
en el otro extremo del émbolo,
miro la gota de agua
en la montaña de arena seca.
Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.
Un viento susurrador,
como los puños de madera
enfriando en una señal de mal recuerdo,
tambalea mi lóbulo.
Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.
Una lluvia paginadora,
de espejos intranquilos, casas y cruces asombradas
que lanzan dientes suizos con encías rumanas,
muerde mi espada
la cual refleja los zumbidos de guerra lejana.
Caída regurgitadora,
como el acostarse de un sueño
en los cables azucarados con naranjas.
Me observo en el punto negro,
señal de mira barnizada,
sudando atropellos
con las señoras en batas de camuflaje militar.
sábado, 8 de enero de 2011
Nanas de mar y viento
En la planta de mis pies
siempre llevo un trocito de piel negra
que enfrasco en mis huellas.
Un peneque de sal
se oculta entre mi uña
que a veces mordisqueo para notar
la brisa mover mi pelo.
Necesito la nana de mar
y viento para dormir.
Algunas no son pestañas,
son picos de erizo lima
que me cuentan las discusiones de las morenas
pero no salen con el bombillo lleno.
Cubre mi pecho una familia de ortiguillas
que danzan el baile
de los ahogados.
Necesito la nana de mar
y viento para dormir.
siempre llevo un trocito de piel negra
que enfrasco en mis huellas.
Un peneque de sal
se oculta entre mi uña
que a veces mordisqueo para notar
la brisa mover mi pelo.
Necesito la nana de mar
y viento para dormir.
Algunas no son pestañas,
son picos de erizo lima
que me cuentan las discusiones de las morenas
pero no salen con el bombillo lleno.
Cubre mi pecho una familia de ortiguillas
que danzan el baile
de los ahogados.
Necesito la nana de mar
y viento para dormir.
sábado, 1 de enero de 2011
Señor semidios
Un dedo apareció entre un cielo roto,
haciendo un círculo con sus dedos índice y pulgar,
mientras los otros bailaban.
Una puerta se abrió
entre la carne de las uñas,
salió un semihombre.
Se quitó los calzoncillos de esparto,
como condena genital abandonada.
Seguía sin sentirse humano
sus dedos eran como braguitas de encaje,
no de señoras, sino de jovencitas vírgenes.
La gente lo quería
algunos lanzaban sus palmas a tocar las nubes,
aunque otros lo perfumaban con “eau” de secreción.
…pero lo recibía todo por igual,
ojos entornados, boca entreabierta
cabeza de gusto con sonidos giratorios.
Antes de marcharse hizo la danza de los palos cruzados;
cuando repartió su carne a los espantapájaros,
todo el mundo pensó en él
como si nadie se hubiese dado cuente
que no tenía tierra en sus labios.
De las pequeñas piedras
salió una cabeza sonriente
gritando el final de su tragicomedia.
haciendo un círculo con sus dedos índice y pulgar,
mientras los otros bailaban.
Una puerta se abrió
entre la carne de las uñas,
salió un semihombre.
Se quitó los calzoncillos de esparto,
como condena genital abandonada.
Seguía sin sentirse humano
sus dedos eran como braguitas de encaje,
no de señoras, sino de jovencitas vírgenes.
La gente lo quería
algunos lanzaban sus palmas a tocar las nubes,
aunque otros lo perfumaban con “eau” de secreción.
…pero lo recibía todo por igual,
ojos entornados, boca entreabierta
cabeza de gusto con sonidos giratorios.
Antes de marcharse hizo la danza de los palos cruzados;
cuando repartió su carne a los espantapájaros,
todo el mundo pensó en él
como si nadie se hubiese dado cuente
que no tenía tierra en sus labios.
De las pequeñas piedras
salió una cabeza sonriente
gritando el final de su tragicomedia.
Etiquetas:
poesía,
rugido de sobaco sin domesticar
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