- Vaya manera de empezar, ¿No cree?
- ¿De qué habla?
- Pues de que se habrá quedado a gusto el que escribió esto, y encima se creerá un creador, o qué sé yo.
- Pero oiga, ¿no teníamos que hablar sobre una de las églogas de Garcilaso y hacer como si estuviéramos dentro del poema, para después volver a salir, hablar con la propia Isabel Freyre y crear así un ambiente confuso, a la vez que ridículo?
- Por favor… no me toque los…
- ¿Pero qué le pasa?
- Hombre, pues que este escritor de pacotilla, nos pone en un espacio, que parece el escenario donde se hacen videos con croma… ¿Y quieres que hable yo de poetas petrarquistas? ¡Anda ya!
- Pues tiene usted razón, encima nos viste de esta manera. ¿Sabe? Yo porque estoy pasando una mala racha, porque si no yo no hacía el payaso de esta manera; encima mi mujer no hace otra cosa si no hostigarme en que encuentre trabajo.
- Estoy en la misma situación que usted, lo que en mi caso es mi madre la que me obliga a realizar estos trabajos.
- ¿Pero qué edad tiene usted?
- ¿Yo? Esto… 40.
- Lo envidio, ojalá pudiera yo seguir viviendo con mis padres. Mi mujer es una amargada.
- Por cierto… ¿Te has fijado en el título de este relato? ¡Qué ridículo!
- ¿De dónde lo habrá sacado?
- No lo sé, pero es que encima se creerá que le da cierto ambiente misterioso, o yo qué sé.
- ¿Pero qué es eso de metacrónico?
- Yo espero que esto se lea en círculos cerrados, porque madre mía, que vergüenza como lo lea alguno de mis amigos.
- Pero si esto sólo lo leen sus propios amigos, y porque los engancha poniéndolos en un compromiso para que lo lean.
- ¡Encima pesado!
- Qué bochorno, la verdad
- Mire, yo me voy…
- No, no se vaya, que si no, no cobramos.
- ¿Pero qué voy a cobrar? Si este tío no tiene ni un duro.
- Venga, va… vamos a ponernos serios, hablemos de algo relacionado con el título.
- ¿Qué hora es?
- Las 8:30.
- Muy bien, pues ahí tienes la metacronicidad. ¡Venga, me voy!
- ¡Oiga! Espérese aquí un momento.
- Bueno, pero voy a tirar ya este puro, porque a mí no me gusta fumar, yo no fumo y estoy asqueado con este sabor en la boca.
- Yo también lo voy a tirar.
- A ver, cuénteme… ¿Qué quiere?
- Que yo necesito el dinero, no puede irse, porque tampoco me pagarán a mí. Y si no llevo dinero a casa, mi mujer me mata. ¡Qué tengo tres bocas que alimentar! Encima tienen ya entre 30 y 40 años y no se me van de casa.
- ¡Me está cansando! Le repito, este escritorcillo no tiene dinero.
- ¿Y ahora qué hago yo?
- Pues marcharte, como voy a hacer yo ahora mismo.
- Pues se va a enterar… porque me las voy a cobrar a mi manera.
- ¿Qué dices?
- Si yo digo algo, los que están leyendo esta bazofia, lo leerán también, ¿no?
- Claro, pero no veo a dónde quiere llegar.
- Mire, mire… estoy leyendo y soy estúpido.
- ¿Pero qué dice?
- ¡Jajajaja! ¡Qué gracioso, el lector acaba de decir eso!
- No, lo ha dicho usted. ¿No ves que ha puesto un guión antes de hablar?
- Bueno pues a ver así…
Estoy leyendo esto y soy gilipollas, porque es la segunda vez que me hacen decirlo y sigo leyendo. GRAFIGUETINOMINACULOTETITAS. ¡CACA!
- ¿Qué ha sido eso del final?
- No sé, me he emocionado y se me ha ido la cabeza.
- Es usted un psicópata.
- Será igual que usted.
- No se equivoca… Bueno, a lo que íbamos que ahora gran parte de los lectores habrán dejado de leer y no volverán a leer nada de este escritorcillo nunca más.
- ¿Pero sabes que alguno que otro seguirá leyendo no?
- Pues mira que hay gente estúpida.
- ¡Vamos a insultarlos!
- ¡Subnormal!
- ¡Lector de pacotilla!
- ¡Hijo de puta!
- Oye ahí te has pasado, que eso son palabras mayores.
- ¡Perdón! Me he emocionado y se me ha ido de las manos.
- Ahora sí que no cobraremos nada…
- ¡Pero si te he dicho que no tiene dinero! Es más, no existimos.
- ¿Cómo que no?
- Pues claro que no.
- ¡Qué asco! Yo qué pensaba cobrar.
- Ya no le discuto más, me tiene harto… Bueno, ¿nos vamos o qué?
- ¿Y el relato este?
- Mire a estas alturas, nadie lo estará leyendo, así que podemos irnos tranquilos.
- Ahí tienes razón. Pero, oiga, ya que no existimos, vamos a desaparecer que es más espectacular.
- Vale.
- Pues venga, que le den al escritor, al lector y a todos los que tienen la suerte de existir.
- ¡Ahí te quedas!
…