A Álvaro E. Vento Acosta y
Jacobo García Martín.
Fuimos nosotros.
Fuimos nosotros los que obligamos al guardián aterciopelado de tu ano a devorar tropecientas hamburguesas del señor.
Pianista hortera. Cantante nasal. Guitarrista sin oído.
Si el sistema antionanístico envía escobillas magnéticas que vuelan o se regalan, ya las lunas de los coches se enamorarán de ceniceros suicidas.
Tres voces, tres risas, tres absurdos que añoran una comedia griega que terminó con un almuerzo en una cámara de gas.
Fuimos nosotros.
Fuimos nosotros lo que comunicamos al mundo una masturbación extrema, que necesita de gasolina, fuego, cuerda y dos piedras.
Viviremos en el despiste eterno sin saber cuál era el verbo que anunciaba una muerte por tumefacción.
Esperemos ahora que los bigotes engominados no griten tu nombre al revés en el sitio paralelo. Ni las pastillas para la tos simulada, ni los supositorios para curar los dedos que se nos han caído…
Dinos al menos que en ese salto tocamos el cartel, pero sin mirar nuestras rodillas de Cristos pegados, sonriendo a nuestra costa.
Sólo nos salvará la disección de un paréntesis culpable de asesinar una nota a pie de página en Papiru-cucus.
Sólo nos salvará, porque siempre fuimos nosotros.
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