En este banco estaban sentadas unas enormes señoras, que con su peso rompieron el banco. Su despistados y enjutos maridos no se percataron de la caída porque admiraban a unas quinceañeras que con sus ceñidas ropas se insinuaban ante los viejos verdes. Después de varios alaridos de orco los viejos salieron de su embelesamiento y haciendo palanca con los tablones del respaldo lograron poner en pie a sus señoras. Luego tuvieron que salir por piernas, porque una masa enfervorecida los seguía señalándolos y riéndose.
sábado, 29 de diciembre de 2012
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