Bostezar o
tirarse en paracaídas,
respirar o
afeitarse las encías,
escribir o convertirse
en un asesino en serie,
porque todo
debe ser una cuestión de claves de acceso.
En el proceso de selección entra en juego el azar y la escucha de
conversaciones ajenas fragmentadas; no vale por lo tanto conocer al individuo,
participar en la conversación de manera activa o recíproca, o incluir dos veces
a los mismos participantes.
Aquella niña
me enseñó
que en caso
de emergencia
podía
arrancarme los dientes
y usarlos
con el tirachinas;
sólo así se
podía
vencer al
señor del disfraz de rata.
Sudar o
tirarse sin paracaídas,
cantar o
afeitarse las pupilas,
narrar o matar
brutalmente a un inocente.
Aquel maniático besaba la tierra, lamía el suelo, olisqueaba los
rincones, nos buscaba, pero sonaron las trompetas de la muerte. Conseguimos huir
gracias a las técnicas de escapismo ancestral. La suerte se nos presentaba en forma de vaca
de porcelana destruida por las mucosidades de los desorientados.
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