¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 4 de junio de 2016

Los muñones vaticinaron el final

Los dientes prestados se volvían contra mí, igual que los acordeonistas regurgitaban fragmentos bíblicos en los vasos de las limosnas. Sin embargo, recuerdo que una vez pensé que odiaba la ropa interior y me embargué para comprar un osario donde descansaran mis restos, pero con ellos fabricarán flautas óseas. Por supuesto, sabía lo que era sentir la fatiga de besar los cráneos de los desconocidos, y era comparable a mudar la piel a estornudos o que los excrementos cayeran sobre mí.
Decidí caminar arqueado intentando olvidarme de las cosas, me dirigí por una calle que parecía estrecharse, lo hacía tan lentamente que si no hubiera sido porque ya casi podía tocar la acera de enfrente no me hubiese dado cuenta. Llegué al final, o al menos hasta donde ya mis hombros no me dejaban avanzar más. Y allí estaba él, encorvado, llevaba el sombrero y la ropa roída, la cara destrozada. Grité al ver que había tabaco desperdigado por el suelo formando un charco rojo.
 - ¿Qué te ha pasado? ¿Qué haces aquí? - le pregunté.
 - Ésta puede que sea la última vez que me veas.

Y de los bolsillos sacó los cubitos de hielo que había guardado durante tanto tiempo. Se deshizo en cenizas y sólo quedó su gabardina.

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