El negro reviste todo menos una ventana;
todo está oscuro menos unas lágrimas brillantes:
un corazón enamorado llora una pérdida,
y sus lágrimas se convierten en el cielo en diamantes.
La luna acaricia su mejilla mientras le susurra,
y las gotas de sus ojos lucen en el negro cielo;
un grillo canta una triste balada algo monótona,
al oírlo se le enreda la tristeza aun más en su pelo.
La rabia recorre sus venas junto con la sangre,
pero su vista perdida en algún punto lejano
muestra la melancolía de la soledad eterna,
y la desesperación con la herida de su mano.
Llorará desconsolada todas las noches si hace falta,
pues quiere acabar en esa ventada deshidratada;
nada volverá a ser como antes, ni como siempre quiso,
todo ha sucedido y en su pecho se ha clavado una espada.
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