En su mano
una botella que chilla,
es atravesada por flautas
que dejan sonar una seguidilla.
Da misa subido en la muralla
con un pistacho como hostia
y bañado con la sangre de Cristo.
¡Nueve, dos, dos, ocho, seis…!
Unas olas como gargantas
que vomitan los calzoncillos
de los marineros, lo aplauden.
Interrumpido por niños
de alambre, arena
y cabezas bemoladas
grita al cielo de su entrepierna.
¡Nueve, dos, dos, ocho, seis…!
Termina con una oración
entonada por los poros de su pecho
que expulsan los pelos
como lluvia de voladores.
Espera, bautizando cruces
con orines,
a una carretilla que se desintegra.
¡Nueve, dos, dos, ocho, seis…!
sábado, 18 de febrero de 2012
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