El hombre de gabardina entró en la habitación.
Yo dormía.
No llevaba pipa, sino corbata. Se la estaba fumando.
Yo dormía.
Clavó en la pared una berlina de chocolate.
Yo hacía que dormía.
Lamió el chocolate que chorreaba por la pared.
Yo hacía que dormía.
Me desabrigó y descubrió que no llevaba pijama.
Yo hacía que dormía.
Restregó una placa de policía por mi cara.
Yo reía.
Frunció el ceño. Me insultaba, al a vez que de su boca salía confeti y serpentinas.
Yo reía.
Metió su placa entre mis dientes. Estaba envenenada.
Yo… ya no reía.
Mi cuerpo quedó rígido. No podía moverme.
Yo… ya no reía.
Me obligó a admirar su colección de maquetas hechas con palillos.
Se fue.
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