¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 16 de abril de 2016

Bocadillos de panderetas


(ahogamiento en una rueda de acordes agudísimos)

Levantaba las manos,
invocaba a las esponjas por error, creía que llamaba a los pasajes idílicos, pero eternizaba las amarras.
El poder líquido
se clavaba como un taladro en la espalda, porque caminar hacia atrás no va a salvar a nadie.
La frase descontextualizada nos transporta directamente al hospital psiquiátrico, al demente que en su alteración psíquica lanza frases exentas de sentido, pero con una veracidad espeluznante. Debemos reconocer que esta naturalidad con la que interactúan es lo que provoca un rechazo social, pero que al mismo tiempo nos fascina. La parte de nosotros que quiere seguir perteneciendo al grupo social nos incita a hacer todo aquello que la sociedad acepta, aunque no lo entendamos o para nosotros no tenga ningún sentido. Por este motivo, los que no se someten a las leyes de socialización acaban marginados, confinados en centros psiquiátricos, o encerrados en sí mismos debido a los medicamentos, todo ello con la intención de que no interfiera en la vida de los demás.
Cantaba como cantan los muertos, y perdía los dedos como las monedas sonaban en una lata de aceitunas, porque era una cuestión de aferrarse a la vida.
El teléfono
solitario
sonaba,
eran las puertas,
las luces y
los calcetines;
todos sonaban en el circo.
Desde que nací, añoraba la vejez, la muerte y luego añoré mi tumba, mi lápida, incluso mi entierro. Quería un tanatorio copioso, pero sé que me enterrarán disfrazado de payaso.
La estrategia
era muy clara,
pero seguía viendo rabos de rata en las cerraduras.
Cantaba como cantan los muertos, y perdía los dedos como las monedas sonaban en una lata de aceitunas, porque era una cuestión de aferrarse a la vida.

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