¿Qué pasaría si le dieran un lápiz a un desequilibrado mental?

sábado, 9 de abril de 2016

La fiebre humana

Los síntomas eran anunciados en los periódicos nacionales, en algunos internacionales y en las notas de amor entre adolescentes del siglo XVIII; pero los bigotes lo ignoraban, incluso con los párpados enfrente pensaban que los suspiros eran sólo los estigmas de una época dorada.
Yo paseaba lánguidamente esperando una resurrección de mis piernas mutiladas, pero temía que crecieran en el lugar incorrecto, temía que no crecieran las dos iguales, temía que se las volvieran a llevar. Por eso, al menor movimiento que supusiera un crecimiento arrancaba el gajo.
...con sus 87 deditos contaba las monedas con minuciosa rapidez.
¡Señor!
¡Un, dos, tres!
Una cerradura de escalinatas
crecía tímidamente en mi coronilla,
señal de fracaso y aterrizaje;
señal de caída y atasco. 

La megafonía eran los hocicos desconocidos y el señor que se comía las páginas de sucesos de su periódico lo sabía. En el camino a casa me encontraba bigotitos de papel y los pegaba en mis muñones. Las acacias dejaban de formar hileras y se tiraban al suelo, fingiendo desmayos ¿Que más podría pedir? Yo, sin embargo, envidiaba el planteamiento vital de los caracoles; sus chuletas, sus toallas y su succión, que eran reconocidos gradualmente.

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